martes, 30 de diciembre de 2008

SANTIFIQUEMOS LOS DÍAS Y LAS HORAS DEL AÑO.

Santifiquemos el momento presente y santo será el día de mañana.

La consideración de la hora es un medio para permanecer en él y para santificar nuestro tiempo.

V. Bendigamos y glorifiquemos al Padre y al Hijo con el Espíritu Santo.
R. Alabémosle y ensalcémosle con Jesús María y José en el hogar de Nazaret.

V. ¡Revístenos, Trinidad eterna!
R. Revístenos de ti misma para que pasemos nuestra vida peregrina en la verdadera obediencia y en la luz de la fe
[1].

Consagramos nuestro año a la Santísima Trinidad, consagramos nuestra familia religiosa y la pequeña Comunidad Local, Iglesia doméstica, orando unas por otras
[2], alabando, bendiciendo y dando gracias a Dios con Jesús María y José.

La Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo las bendiga y me bendiga siempre.


[1] Cf. Oración a la Santísima Trinidad de Santa Catalina de Siena.
[2] Sant 5,16

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lunes, 17 de noviembre de 2008

CLAUSURA DE LA ASAMBLEA ESPECIAL DE CURIA GENERALICIA MADRE MARÍA SARA

Nada en el universo está terminado. Tenemos que decir que como el día de ayer no existía hoy, las tareas realizadas en la Asamblea Especial no existían antes. Y están, pero aún no terminadas. Así en la cotidianidad de Nazaret la Palabra echa sus raíces y en la cotidianidad de la Congregación la vida echa también sus raíces. Raíces que a mayor profundidad, mayor fortaleza y crecimiento del gran árbol.

Por eso la Pregunta: ¿De dónde la sabiduría y la gracia en lo cotidiano?¿De cuál gracia y sabiduría se trataba en realidad? Lo que aprendió Jesús de la tradición, de la sabiduría popular, de las escrituras, de las promesas de Dios y de las esperanzas populares, lo vemos en lo que hace y dice en la vida pública. Esas largas y pausadas décadas fueron una lenta escuela de escucha y de obediencia a la gran tradición con todas sus exigencias y matices; una escuela recíproca entre Madre e Hijo, para transmitir o para repensar, para interpretar y permanecer capaces de libertad y de flexibilidad.

Esa es nuestra escuela ¡Qué bella escuela! La excepcional maternidad de María esculpió en Jesús su concepción de la imagen de Dios y el canto del magníficat conserva toda la sustancia. Pero también en todas las parábolas, el lenguaje los gestos y las opciones del Hijo deja ver que la imagen del Padre es la misericordia y la ternura.

En la oscuridad y el silencio, en la vida cotidiana más común, en las relaciones normales, típicas de cada pueblo, se ha modelado la personalidad de hombre maduro de Jesús en conformidad con lo que los padres le han sabido trasmitir, le han enseñado viviendo, han celebrado juntos, con todos.

La cohabitación fraterna de Jesús en Nazaret podría parecer un simple pasaje, aunque largo, hacia la plena revelación de Jesús en toda su fuerza, pero es ahí donde vemos la más auténtica irradiación de la presencia de Dios entre nosotros: activa, escondida, fraterna, religiosa, pasta humana de nuestra pasta humana.

Cuántas cosas podríamos decir “Jesús en Nazaret es Jesús de Nazaret, en la realidad en el sacramento de su pura presencia salvífica en medio de los hombres[1]
. De ahí que la obra de la encarnación es irradiación fraterna de la presencia salvífica.

¿Qué pasará queridas hermanas si tratamos de recuperar con tenacidad, con palabras y obras, el “largo momento-Nazaret de la Encarnación de Dios entre los hombres, a fin de que la divina proporción de la misión del Hijo recobre su integridad en nuestra tarea de evangelización?

Esta forma evangélica de la memoria del Hijo en Nazaret y en la Eucaristía fue en la que se ejercitó y vivió la Madre Sara con María Santísima la verdadera Madre y discípula en la cotidianidad tan radical y la compañía de vida, de sentimientos y de experiencia.

Creo que esta Asamblea Especial nos deja el gran gusto de esa vida, de esa memoria; en la sencillez, la celebración, la oración, la alegría, la fraternidad, el espíritu de pobreza en la donación, por el camino ordinario, no queriendo nada más.

Hacernos expertas en vigilia viviendo despiertas y expectantes fieles a la misión de estar alerta (Mc, 13-24). Deslumbradas por la gratuidad de Dios, “No poniendo los ojos en los propios méritos, esfuerzos o trabajos, permitiendo que Dios nos sorprenda con su amor desmedido y nos llene de ese amor que escapa a nuestros merecimientos. “Nazareth es la tierra sembrada de semilla destinada a dar fruto (Cf Mc. 4 3-9). Existen brotes de vida que la mirada del Padre descubre (Cf. Mc. 13,28).

Confiadas en que la Palabra hace su trabajo pues nos dice el Segundo Isaías: “Como la lluvia y la nieve caen del cielo y solo vuelven allí después de haber empapado la tierra de haberla fecundado y hecho germinar (…) así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí de vacío, sino que cumplirá mi voluntad y llevará a cargo m i encargo” (Is. 55, 10-11).

Además, sabemos que la buena marcha de la Congregación no depende solamente de la vida espiritual sino que la “casa” del mundo está también confiada a nuestro talento, habilidad, competencia y trabajo por lo que nos concierne actuar con inteligencia, responsabilizarnos de lo recibido y emplearlo con cabeza y corazón.

Cellamos esta Asamblea con la visita del Señor a la Congregación la noticia sorpresiva de la gozosa pascua de nuestra muy amada Hermana María Benigna Osorio Betancour en Guayaquil.

¡Gloria a Dios por siempre!


[1]
P.A.SEQUERI, La cristología, 84

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viernes, 7 de noviembre de 2008

“DOMINICAS HIJAS DE NUESTRA SEÑORA DE NAZARETH, PEREGRINAS EN ESPIRITU Y EN VERDAD”

“Santuario. Memoria, presencia y profecía del Dios Vivo”

Con alegría y esperanza continuamos la celebración del año jubilar Congregacional, en esta fecha histórica y trascendental de la Congregación para agradecer a la Santísima Virgen su presencia maternal en esa pequeña obra de Nazareth hoy Instituto Religioso que comenzó hace 70 años. Ella como Madre nos ha enseñado y nos enseña a ser hermanas. Ella nos pone en camino hacia su Hijo.

En nuestro peregrinar, espacio y camino de comunión eclesial, reavivamos, la conciencia de que somos “peregrinas y extranjeras” (2 Pe 2,11), llamadas a ser conciudadanas de los santos y familiares de Dios, edificadas sobre el fundamento de los Apóstoles y Profetas, en el mismo Jesucristo que es la piedra angular (Cf. Ef. 2, 19-20). El cristiano es ante todo un peregrino (GS 7) y la Iglesia misma es un pueblo peregrino (LG 8).

La Peregrinación nos ofrece la posibilidad de reencontramos con nuestra propia historia cristiana y religiosa, nuestra realidad transitoria en este mundo. Pero la nota característica es la forma festiva y gozosa de estas peregrinaciones desde los inicios Congregacionales que ha de recordarnos que nuestro peregrinar hacia Dios no debe, ni puede ser penoso ni triste. Al contrario, esta memoria se hace gozosa para la Dominica Hija de Nuestra Señora de Nazareth en la cotidianidad de su existencia por eso lleva el gozo en el corazón con el salmista.

  1. ¡Qué alegría cuando me dijeron: "Vamos a la Casa del Señor"!
  2. Nuestros pies ya están pisando tus umbrales, Jerusalén.
  3. Jerusalén, que fuiste construida como ciudad bien compacta y armoniosa.
  4. Allí suben las tribus, las tribus del Señor –según es norma en Israel– para celebrar el nombre del Señor.
  5. Porque allí está el trono de la justicia, el trono de la casa de David.
  6. Auguren la paz a Jerusalén: "¡Vivan seguros los que te aman!
  7. ¡Haya paz en tus muros y seguridad en tus palacios!".
  8. Por amor a mis hermanos y amigos, diré: "La paz esté contigo".
  9. Por amor a la Casa del Señor, nuestro Dios, buscaré tu felicidad.

Además, nuestra condición de peregrinas pertenece a este mundo que pasa: “No tenemos aquí una ciudad permanente sino que aspiramos a la ciudad futura” (Heb13, 14). Como el peregrino nos vemos a distancia, creemos en las promesas y amamos el lugar hacia el que nos encaminamos (cf. Heb 11,13-16).

Por tanto, nuestra peregrinación quedaría sin sentido si olvidamos la meta de la misma: “Así pues, en todo momento, tenemos confianza. Sabemos que mientras habitemos en el cuerpo, estamos lejos del Señor, y caminamos a la luz de la fe y no de lo que vemos. Pero estamos llenas de confianza y preferimos dejar el cuerpo para ir a habitar junto al Señor” (Cf. 2Cor 5, 6-8). No faltan ambigüedades que pueden extraviarnos del camino que lleva a la meta. Para evitar este riesgo es necesario “nacer de nuevo” (cf. Jn 3,3), desligándonos de la esclavitud del pecado por la fuerza del Espíritu.

Esta conversión, más allá de la intensificación de nuestros esfuerzos nos exige de manera radical un nuevo nacimiento: “En verdad te digo que quien no naciere de arriba, no podrá entrar en el reino de Dios" (Jn 3,3). Esta renovación nos hace contemplar y vivir en el mundo con un "nuevo criterio". Lejos de toda soberbia, la humildad nos descubre y nos enseña a conocer la grandeza en lo pequeño, la fuerza en la debilidad, la sabiduría en la necedad, la victoria en el fracaso (Cf. 1Cor 1, 22-25).

El cristiano en su condición de peregrino está llamado a despojarse del hombre viejo con la gracia de la conversión para revestirse del hombre nuevo en Cristo, mirando a María, “modelo de todas las virtudes”, en quien “la Iglesia llegó ya a la perfección sin mancha ni arruga” (LG. 65).

Acojamos este tiempo providencial para la renovación de nuestra vida cristiana y consagrada con la celebración de la Pascua sacramental de la Penitencia y de la Eucaristía. Escuchemos las llamadas de Cristo a la conversión que: "se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación, de verdadero perdón y gran fraternidad; la atención amorosa a los que se nos confía en la misión, el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho, por el reconocimiento de nuestras faltas ante los hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la dirección espiritual, la aceptación de los pequeños o grandes sufrimientos, “Tomar amorosamente la cruz cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de penitencia".


En fin, este acontecimiento de la peregrinación nos compromete a enraizar la propia existencia en la hondura de Dios para poder percibir la profundidad de su obra a través de la visión que nos da la conversión, el cambio de mente (Rom 12,2), y la transformación del corazón ¡Este es el Espíritu que nos mueve!

Animo y convoco a todas las hermanas a hacer la peregrinación.

La celebración de este año Santo Congregacional sea rico en gracia y misericordia; sea para gloria de Dios y el bien de la Iglesia y del mundo, bajo la protección de nuestra Madre María “Vida, dulzura y esperanza nuestra en este Valle de lágrimas”.
Partiremos muy temprano el domingo 9 de noviembre en espíritu festivo en ENCUENTRO DE ORACIÓN.

  • 08:45 Santa Misa en la Iglesia de la Renovación
  • 11:00 Exposición solemne del Santísimo. Oración personal en el oratorio de la Comunidad Local.
  • 14:30 Santo Rosario en la Basílica Serenata a Nuestra Señora con las voces de Nazareth: Colegio Nuestra Señora de Nazareth de Chiquinquirá y Noviciado San Luis Bertrán. Poema del Postulantado Nazareth Colombia, ofrenda floral y renovación De la Consagración de la Congregación.

Quedamos unidas por medio de la oración con un deseo grande de crecimiento espiritual en la escuela del Santuario.

“Bajo tu amparo nos acogemos
Oh santa virgen, madre de Dios.



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viernes, 31 de octubre de 2008

ASAMBLEA CURIA GENERALICIA


La historia de la Congregación está marcada por las intervenciones del Espíritu Santo, que no sólo la ha enriquecido con los dones de sabiduría, profecía y santidad, sino que también la ha dotado de caracteres siempre nuevos de vida evangélica a través de la prolongación de la obra de nuestra amada Fundadora que legó su carisma a su familia de hijas espirituales “Dominicas Hijas de Nuestra Señora de Nazareth” siendo invitadas a ejercer una fidelidad creativa a estos orígenes y a dar testimonio gozoso de esa vitalidad luminosa, renovadora y transformante.

Juan Pablo II nos ha recordado repetidamente que los métodos de ayer son inadecuados: "La vida consagrada no se debe limitar a leer los signos de los tiempos, sino que debe contribuir también a elaborar y llevar a cabo nuevos proyectos de evangelización para las situaciones actuales"[1]. Pues, "si nuestras propuestas no sintonizan con los desafíos del presente, el diálogo resulta imposible y nuestra presencia infecunda e insignificante”.

En este momento de nuestra historia previas las asambleas de Directoras y la última más bien reciente, realizada con Directoras y el mayor número posible de hermanas de la Curia nos ayudaron a ir llevando adelante la Programación del Sexenio a discernir y a preparar la Asamblea Especial de la Curia General que como acordamos y quedó convocada en la misma Asamblea, se realizará los días 16 y 17 de Noviembre en la Casa General, con el fin de elaborar el Proyecto de la Curia Generalicia de acuerdo a los lineamientos del VIII Capítulo General.

Nos preparamos con la oración ferviente y como el principio por el que los corazones se hacen uno es sólo la unión íntima con Cristo en su Cuerpo, que es la Iglesia[2] de la que somos miembros y a cuyo servicio nos dedicamos, inflamemos el corazón y ensanchemos la caridad, comenzando por los de casa, principalmente nuestras propias hermanas, si queremos amar a Cristo, como dice San Agustín: "Si amáis a Dios arrastrad a todos al amor de Dios... Arrastrad a cuantos podáis, exhortando, soportando, orando, dialogando, dando razones, con mansedumbre, con amabilidad: arrastrando al amor" . No es otra cosa lo que nos pide el Señor y no hay mejor preparación que esta.

La Santísima Trinidad del cielo y de la tierra nos concedan este don.

[1] JUAN PABLO II, Vita Consecrata, 73, Documentos de la Iglesia 131, 1997

[2] Cf. Col. 1,24


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viernes, 12 de septiembre de 2008

¡12 DE SEPTIEMBRE!

Ave María


Muy querida Madre Gloria Isabel Huérfano, Superiora General, muy queridas Superioras Provinciales, muy queridas Hermanas, todas y cada una: Profesas, Novicias, Postulantes.

En este día tan especial para nuestra Congregación en que agradecemos al Señor la vida de nuestra Madrecita, se enmarca eclesialmente este año, con la reciente llegada del Santo Padre a Paris y su próxima peregrinación personal al Santuario de Nuestra Señora de Lourdes en el 150° Aniversario de las Apariciones, así que con todo el corazón les envío este saludito; les escribo en unión espiritual de nuestra comunidad de Francia: Hna. Magdalena de Lourdes Viñán Montaño en Paris y Hna. Natalia del Pilar Forero Riaño en Bordeaux y esperando nuestra cuarta Hermana, Hermana María Gemma aquí..... desde Lourdes!

Todas y cada una de Ustedes, Madre y Hermanas muy queridas, esta mañana del 12 de Septiembre de 2008, han peregrinado a la Santa Gruta de Masabielle, porque donde esta una Nazarena esta toda la Congregación, pero más aun, porque explícitamente he sentido esta inspiración de hacer mi camino de cada día con la intención expresa, consciente, de representarlas a cada una, es decir han caminado con mis pies media hora desde el Monasterio de las Hermanas Dominicas [que me han acogido fraternalmente], y sintiendo el aire frio de la mañana han regado el camino con los pétalos de las avemarías del santo rosario...

Un alto en el camino, 15 minutos mas... Bernardita que ha ido adelante guiándonos nos muestra su camino para descender hasta el rio Gave [hoy unas estrechas escalas por entre casas].... hemos bordeado el rio escuchando su rumor, aumentado por las lluvias de ayer; atravesamos el puente [no lo había hace 150 anos... se acuerdan?] aquí ya mezcladas con los muchos peregrinos y entre las sillas de los enfermos llegamos ya la explanada delante de la gruta... Vuelvo la mirada atrás para ver si todas vienen... que ninguna se me haya extraviado... Unos pasos más y mi corazón palpita fuerte al sentir todos sus corazones floreciendo como el rosal a los pies de la Nuestra Madre Santísima Inmaculada....

Me recojo para sentir más la presencia divina y brotan, como un arroyo, los sentimientos de consagración del hoy, del ayer y del futuro, como lo hice en mi primera visita a Lourdes, pero con el siempre nuevo hoy de la Historia de la Salvación. [8:30 am - 1:30 am en América Latina...]: Debo ir a la escuela... Mientras se inicia la Santa Misa de los peregrinos las he dejado ahí, en el Corazón de la Madre Santísima con todos nuestros seres queridos, con todo lo que constituye nuestro mundo actual y nuestro futuro... con todas sus intenciones y sentimientos....

2:30 pm, he terminado mis clases de francés, escribo estas palabras... ahora, retorno a la Gruta para asistir a la Santa Misa uniéndonos en la más perfecta alabanza al Padre, por la entrega eucarística de su Hijo, en el amor del Espíritu Santo.... sobre el altar estará la vida de Nuestra Madrecita, de nuestro Padre Higuera, de nuestras queridas Hermanas que gozan con ellos de la presencia del Señor, especialmente nuestra inolvidable Hna. Esther Moreno... de todos nuestros padres y seres queridos... todas y cada una de ustedes mi Madre y mis queridas Hermanas!

En estos sentimientos están presentes de manera especial todos los miembros de la queridísima familia de nuestra Madrecita a quien les hago llegar también mi saludo.

Recuérdenos también en su oración para que el Señor bendiga el camino Congregacional aquí en Francia, donde nuestros Hermanos Dominicos nos acogido con mucho afecto, nos están proporcionando todo lo mejor que pueden para nuestra preparación a la misión conjunta en la Sainte-Baume; igualmente las comunidades religiosas que nos acogen y no han faltado los laicos que se regocijan y nos están ayudando.

Madre: bendíganos especialmente este día, en que Usted encarna la presencia de la Madrecita.

Con todo mi filial afecto,

Hna. María Gemma

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sábado, 16 de agosto de 2008

PALABRA Y SILENCIO

"Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y esta habla siempre en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída del alma" (Juan de la Cruz, avisos, 99).

Hoy más que en otras épocas tenemos gran dificultad con la palabra y el silencio. No sabemos cómo dar razón de nuestra esperanza. Unas veces caemos en un silencio culpable que parece negación. En otras, preferimos callar con la boca y dejar hablar a un testimonio que quizá tampoco es significativo en un mundo cargado de palabras e imágenes.

Es verdad, no vale la palabra si no va acompañada de lo que se dice, pero tampoco sirve el testimonio seco. "Ay de mí si no evangelizare" decía San Pablo. Por eso es necesario que sepamos hacer esa convivencia entre el silencio y la palabra. La palabra consecuencia del silencio; y el silencio consecuencia de la palabra. Y envolviendo al silencio y a la palabra, la actitud amable de la Dominica de Nazareth, el testimonio.

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jueves, 17 de julio de 2008

FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS DE VIDA EUCARÍSTICA Y ESPIRITUAL EN NAZARETH (6)

LA EUCARISTÍA Y LLAMAMIENTO A NAZARETH

La Congregación es llamada a ser homenaje vivo a la vida Oculta de Jesús en Nazaret y en la Eucaristía (Const. I,4).

Hubiera querido entrar profundamente en el espíritu de nuestras Constituciones pero en razón de tiempo solo me detengo en algunos numerales del Capítulo V que siento más cercanos al tema que estamos tratando.

La Dominica de Nazaret como discípula de Cristo debe asociarse a su Cuerpo que se entrega, es decir formar parte de ese cuerpo glorioso que ha sido fuente de bendición hasta la muerte en la cruz, donde traerá sobre sí toda la maldición del mundo (Jn 1,29). Con esta palabra “Tomen” los discípulos son constituidos como tales, incorporados en el destino de su Maestro. (Una comunidad lee el Evangelio de Marcos, Colección lectura pastoral de la Biblia)

El acto esencial del culto cristiano es ofrecer a Dios Padre a Jesucristo. Con él ofrecernos en la sumisión e inmolación completa de nosotras mismas, de suerte que no hagamos más que una cosa con Jesucristo. A costa de una inmolación resuelta y total entregar al Señor nuestro ánimo, nuestro corazón, nuestro cuerpo, sacrificando todo lo que no es él; hacerse para el Padre “un Jesús”, o mejor, transformarse en Jesús. No un Jesús diferente del verdadero y único, sino una persona en que Cristo lo sea todo. “Vivo yo, pero no soy yo, es Cristo quien vive en mí” (Gál 2,20).

Nuestro culto no será verdaderamente cristiano, sino en cuánto es ofrenda al Padre, de Aquel que puede ofrecerle lo que él espera, “la oblación de Cristo Jesús”. La ofrenda a Dios de Cristo, no solo del Cristo Histórico, de Jesús hijo de la Virgen María, sino del Cristo “completo” Plenarium corpus Chiristi. (San Agustín, in Ps., 110) que comprende la cabeza con todos sus miembros. El momento en que esta oblación llega a su máximum es la Misa.

Solo una cosa es importante que Dios sea glorificado. Nuestro Señor no vino a la tierra, ni viene en cada misa al altar, no reside en cada minuto en el Sagrario, única ni principalmente para dársenos, sino para ofrecerse al Padre; o mejor para que nosotras lo demos al Padre a quien él se ofrece. Dicho de otro modo: la Encarnación y la Eucaristía no tienen por término la honra del Hijo encarnado o la felicidad del hombre, sino la honra del Padre, la gloria del Altísimo, la Santísima Trinidad.

Limitar nuestra devoción a la Hostia, a la adoración al Señor, y no extenderla a la ofrenda de Jesús al Padre, a la Santísima Trinidad; es no comprender toda la Eucaristía, es no comprender a todo Jesucristo, es no abarcar toda la razón de su venida.

En la misa, la Persona principal es Dios, la Santísima Trinidad. Jesús ejercita su oficio de Mediador, de Persona al servicio de “otro Mayor”. Jesús es el Sacerdote principal, nosotras sacerdotes secundarios, Jesús víctima principal, nosotras víctimas accesorias. Pero Jesús y nosotras formamos el sacerdote y la víctima completos. La actitud constante de Cristo respecto de su Padre es ofrecerse y ofrecernos. La actitud constante de la Dominica de Nazareth respecto de Jesús, es ofrecerle y ofrecerse con él. Oblación de Jesús, oblación de nosotras con Jesús.

Aún fuera de la misa orar de este modo. Es esta una acción eminentemente sacerdotal. (Cf. Const. 117, 119, 120, 122,123).

La religiosa que participa en la Eucaristía es hecha partícipe del misterio del Crucificado resucitado, es decir, de aquel misterio que está en el centro de nuestra fe y de nuestra vida. Juan Pablo II ha escrito: la Eucaristía es la celebración sacramental del anonadamiento voluntario grato al Padre y glorificado con la resurrección. El cristiano aprende a ser en la oblación de sí y en el amor hacia los hermanos ‘eucaristía para el mundo’, así como Cristo ha sido y es siempre en la celebración de la Misa, Eucaristía para el Padre y para la humanidad (cfr. Dominicae Coenae n. 6).

Finalmente, queridas hermanas, ante una sociedad sedienta de Dios nos urge dar respuesta testimonial a esta necesidad del mundo actual desde una vivencia madura y plena de nuestra espiritualidad, centrada en la comunión Trinitaria, en el seguimiento radical de Jesús de Nazaret, Hijo de María en la fraternidad Eucarística y en la contemplación de la Palabra revelada en la cotidianidad de la historia. Así, por el camino del testimonio hablaremos con Dios y de Dios a los hombres de hoy.

No hay que maravillarse de que tal vez el testimonio de una vida eucarística pida hoy, como en los primeros tiempos de la Iglesia, la lógica del martirio: lo evidente de la muerte violenta, pero también lo escondido del dar la vida y la sangre hasta la última gota, día tras día.

Los rasgos luminosos de nuestro rostro eucarístico son los de una Congregación que ama, en el sacramento del amor de Cristo hasta el don de la vida; de una Congregación que cree y sabe, que en la fe posee el secreto de la vida y de la historia y celebra la fe que le ha sido dada; una Congregación que espera y se proyecta hacia el día del Señor; una Congregación destinada a la resurrección, lavada de sus pecados, evangélica en sus compromisos puesto que es evangelizada y evangelizadora. Una Congregación ‘icono de la Trinidad’.

Este rostro eucarístico de la Congregación está destinado a ser mostrado al mundo en la continuidad de vida eucarística que brota de la celebración. Vivamos como celebramos; vivamos lo que se celebra y quede la lección de vida cada día nueva en el don renovado de la Eucaristía.

Naturalmente nuestro rostro de Dominicas de Nazareth no puede no ser un rostro mariano. La Congregación que celebra la Eucaristía recuerda la presencia de María en el misterio eucarístico. La Eucaristía es el ‘corpus natum ex Maria Virgine’. En las plegarias eucarísticas la Virgen María es recordada e invocada. Pero hay más; según la feliz intuición de Pablo VI en la Marialis cultus 16, María es modelo de la Iglesia en el ejercicio del culto divino. Toda celebración eucarística es interiormente mariana porque la Iglesia, y escribo la religiosa, debe conformarse a su modelo de escucha de la Palabra, de gratitud, de invocación del Espíritu, de ofrenda de Cristo, de intercesión por la salvación de todos. En la celebración eucarística y en la vida que brota de ella, María es modelo de la Congregación que vive hasta el fondo el misterio que celebra. Así pues, la Dominica de Nazareth que celebra la Eucaristía debe ser como María, su modelo: humilde, pobre, discreta, fiel a Dios y a su gente, materna y acogedora, reserva de esperanza para la humanidad porque tiende hacia las promesas de Dios que es fiel a su alianza.

¡El cuerpo que consagramos procede y es de la Virgen María! ¡Madre humilde de Nazaret!, ¡Madre de la Hermosura! ¡Custodia viviente! ¡Señora de Pentecostés! ¡En ti adoramos a Dios!

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FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS DE VIDA EUCARÍSTICA Y ESPIRITUAL EN NAZARETH (5)

EUCARISTIA Y VIDA EN NAZARETH

Siendo pues fuente de caridad, la Eucaristía ha ocupado siempre el centro de la vida de los discípulos de Cristo. La veneración a Dios que es Amor nace del culto Eucarístico de esa especie de intimidad en la que el mismo, análogamente a la comida, llena nuestro ser espiritual, asegurándole igual que ellos, la vida. Tal veneración “Eucarística” de Dios corresponde pues estrictamente a sus planes salvíficos.

De tal concepción del culto eucarístico brota el estilo sacramental de la vida del cristiano y por consiguiente de la Dominica de Nazareth. Conducir una vida basada en los sacramentos, animada por el sacerdocio común, significa ante todo por parte de la Dominica de Nazareth, desear que Dios actué en ella para hacerla llegar en el Espíritu “a la plena madurez de Cristo” (Ef 4,13). Dios por su parte no la toca solamente a través de los acontecimientos y con su gracia interna, sino que actúa en ella, con mayor certeza y fuerza, a través de los sacramentos (Cf. Carta de Juan Pablo II, EL Misterio y el culto de la Eucaristía, 1980).

Entre todos los sacramentos, es el de la Santísima Eucaristía el que conduce a plenitud su iniciación de cristiana y confiere al ejercicio del sacerdocio común esta forma sacramental y eclesial que la pone en conexión con el ejercicio del sacerdocio ministerial. De este modo el culto eucarístico es centro y fin de toda la vida sacramental (Cf. Vat.II, Decreto sobre la actividad misionera de la Iglesia, 9,13).

De esta manera la Eucaristía, como sacrificio y como Sacramento, viene a ser para la hermana, su fuerza, su consuelo y su vida (Const. 125).

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FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS DE VIDA EUCARÍSTICA Y ESPIRITUAL EN NAZARETH (4)

EUCARISTÍA Y VIDA

El carácter trinitario de la plegaria eucarística desvela el sentido trinitario de la Eucaristía: del Padre, por Cristo en el Espíritu Santo.

La Eucaristía es una plegaria filial y una acción paterna de Dios. La plegaria expresa de manera ascendente, hacia Dios Padre, cuanto se da de manera descendente, del Padre hacia nosotros.

La Eucaristía es la presencia de Cristo en su misterio pascual, como sacerdote y víctima, don de Dios a los hombres, don de los hombres a Dios.

La Iglesia que ora y actúa ‘en el Espíritu Santo’, pide y obtiene este don de Cristo que transforma el pan y el vino y reúne a la Iglesia en la unidad del único Cuerpo eclesial. El sacerdote que ora y consagra lo hace ‘en la persona de Cristo y en virtud del Espíritu Santo’.

El Espíritu del Resucitado es aquél que hace la Iglesia y produce ‘comunión’. La Eucaristía aparece así como la experiencia de la máxima comunión a nivel vertical y horizontal, como una imagen viva de la Trinidad.

La Iglesia eucarística es Iglesia trinitaria, hecha a imagen de aquella misteriosa comunión de personas en la única naturaleza. También nosotros ‘aun siendo muchos, somos un solo cuerpo’.

Ahora bien, si la Eucaristía hace la Iglesia, es aquí donde tenemos la máxima experiencia de la comunión con Cristo y entre nosotros que es la esencia misma de la Iglesia. A nivel de signo la Iglesia nunca se parece tanto a sí misma en cuanto pueblo, cuerpo, familia, esposa, templo... como cuando celebra la Eucaristía. Pero nunca posee con tanta intensidad a Cristo y su Espíritu como cuando celebra el misterio eucarístico. Por eso, una Iglesia eucarística debe hacer resplandecer las notas de la Iglesia: unidad y santidad, apostolicidad y catolicidad.

La Eucaristía, revela a la Iglesia como nueva humanidad, renovada por Cristo y por su Espíritu. El compromiso de vivir según el Evangelio proclamado es el signo de una ‘humanización evangélica’. El cristiano que participa en la Eucaristía es hecho partícipe del misterio del Crucificado resucitado, es decir, de aquel misterio que está en el centro de nuestra fe y de nuestra vida.

Juan Pablo II ha escrito: la Eucaristía es la celebración sacramental del anonadamiento voluntario grato al Padre y glorificado con la resurrección. El cristiano aprende a ser en la oblación de sí y en el amor hacia los hermanos ‘eucaristía para el mundo’, así como Cristo ha sido y es siempre en la celebración de la Misa, Eucaristía para el Padre y para la humanidad (cfr. Dominicae Coenae n. 6).

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FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS DE VIDA EUCARÍSTICA Y ESPIRITUAL EN NAZARETH (3)

MEMORIAL PERPETUO.

No se trata aquí del recuerdo entendido como conmemoración, sino de hacer presente y actual el acontecimiento salvífico. La Eucaristía es entonces el memorial de la Pascua de Cristo, es decir, de la obra de la salvación realizada por la vida, la muerte y la resurrección de Cristo, obra que se hace presente por la acción litúrgica. ‘Haced esto en memoria mía’ (Lc 22,19; 1Cor 11,24-25). La Iglesia ha de actualizar hasta el fin de los siglos el sacrificio de la cruz, y ha de hacerlo empleando en su liturgia la misma forma decidida por el Señor en la última Cena.

Un memorial que hace presente y actual el Sacrificio único de Cristo, en sus elementos constitutivos: la misma víctima, el mismo oferente y la misma acción sacrifical, aunque distinta de la manera incruenta de ofrecer. Cuando se celebra la Santa Misa o Eucaristía no somos nosotros los que la celebramos es el mismo Jesús que se ofrece al Padre como Víctima propicia, como acción de gracias.

La Iglesia ha recibido la Eucaristía de Cristo, su Señor, no solo como un don entre otros muchos, aunque sea muy valioso, sino como el don por excelencia, porque es don de sí mismo, de su persona en su santa humanidad y, además, de su obra de salvación. Esta no queda relegada al pasado, pues “todo lo que Cristo es y todo lo que hizo y padeció por los hombres participa de la eternidad divina y domina así todos los tiempos…” (Catecismo de la Iglesia Católica, 1085).

Ahora bien, si la Institución de la Eucaristía es el punto de partida y el fundamento de la Eucaristía la anamnesis o memorial de Cristo es lo que constituye la unidad interna de los distintos aspectos de la misma Eucaristía. En ella se actualizan y representan sacramentalmente la muerte y resurrección de Jesucristo; en ella se alaba al Señor presente bajo las especies de pan y vino, se implora su venida definitiva y se realiza la comunión con el Señor. (Cf. La Eucaristía, su Teología y su Pastoral, Comisión Episcopal de Pastoral Litúrgica, México, 2000).

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FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS DE VIDA EUCARÍSTICA Y ESPIRITUAL EN NAZARETH (2)

II. EL SACRIFICIO SACRAMENTAL

En la plenitud de los tiempos, después de treinta años de vida oculta, nuestro Señor Jesucristo -el Mesías de Dios (Lc 9,20), el Hijo del Altísimo, el Santo (Lc 1, 31-35), nacido de mujer (Gál 4,4), nacido de una virgen (Is 7,14; Lc 1,34), enviado de Dios (Jn 3,17), esplendor de la gloria del Padre (Heb 1,3), anterior a Abraham (Jn 8,58), Primogénito de toda criatura (Col 1,15), Principio y fin de todo (Ap 22,13), santo Siervo de Dios (Hch 4,30), Consolador de Israel (Lc 2,25), Príncipe y Salvador (Hch 5,31), Cristo, Dios bendito por los siglos (Rm 9,5)-, durante tres años, predicó el Evangelio a los hombres como Profeta de Dios (Lc 7,16), mostrándose entre ellos poderoso en obras y palabras (24,19).

Y una vez proclamada la Palabra divina, consumó su obra salvadora con el sacrificio de su vida. ‘Primero la Palabra, después el Sacrificio’.

La Eucaristía es ciertamente un sacrificio, como resulta de las mismas palabras de la Institución y, por el sentido fundamental del memorial de la Pasión.


En la Cena del Jueves Santo realiza el Señor la entrega sacrificial de su cuerpo y de su sangre -«mi cuerpo entregado», «mi sangre derramada»-, anticipando ya, en la forma litúrgica del pan y del vino, la entrega física de su cuerpo y de su sangre, la que se cumplirá el Viernes Santo en la cruz.

Para comprender la idea de sacrificio asociada a la vida de Jesús es necesario excluir toda representación que hable de castigo para aplacar la cólera divina. Cuando se habla de sacrificio en la perspectiva de la historia de las religiones se piensa en las formas rituales que los hombres han ideado para llegar a Dios.

En el lenguaje bíblico, la tradición del siervo doliente clarifica que el sacrificio es la oferta voluntaria de sí mismo hasta la muerte. Dios mismo actúa, se da e inicia este Sacrificio, en él otorga la reconciliación. Dios expresa su amor a la humanidad partiendo de la aplicación incansable de Jesús hasta la entrega de sí mismo. ‘El Dios que no perdonó a su propio Hijo, antes lo entregó por todos nosotros, ¿Cómo no nos ha de dar con Él todas las cosas?’ (Rom 8,32).

Es decir que la muerte vicaria del Siervo de Dios se entiende no como sacrificio cultual sino como entrega total de la persona. Y al hablar de sacrificio en la cruz o en la Eucaristía, se trata fundamentalmente de percibir el movimiento de donación de Dios a los hombres y la orientación de Jesús hacia el Padre y, sobre todo su ilimitada confianza en Él. En virtud de las repercusiones que tienen las acciones de cada individuo en la colectividad este gesto incluye a todos. Él representa la respuesta, la aceptación y la afirmación del Padre. Por esto lo esencial del sacrificio es la total dedicación o consagración a Dios. (Cf. Revista de Teología mística, año 85, mayo-junio 2005, No 639).

Por eso entendemos la Eucaristía como forma Sacramental cuyo contenido es el único sacrificio de Jesús. La Eucaristía en cuanto sacrificio sacramental, nos lleva al sacrificio histórico del calvario, y esto a su vez, al Sacrificio de la Humanidad. Y el sacrificio del hombre, consiste en morir al mundo para vivir en Dios.

El punto de partida entonces es el hombre en el acontecimiento del sacrificio y no el rito sacrifical. En esta perspectiva San Agustín nos propone la definición del perfecto y verdadero sacrificio: “Es verdadero sacrificio, toda acción que se realiza para estar en comunión con Dios en la santidad, cada acción orientada hacia aquella finalidad buena, en la que podemos ser verdaderamente felices”.

En otras palabras, sacrificio es la misma vida del hombre, cada acción suya (sacrificio visible), por la cual el hombre pueda realizar con Dios una Sociedad Santa, es decir uniéndose a Él (sacrificio invisible).

El sacrificio histórico de la cruz, se pone en esta tensión universal de la humanidad hacia Dios. Toda humanidad tiene que ofrecer a sí misma un sacrificio a Dios. Y el sacrificio visible de Cristo sobre la cruz, aparece también como Sacramento histórico del sacrificio invisible de la humanidad. Este no es un rito, sino la misma vida de Jesús, ofrecida para todos los hombres. Aquí vemos coincidir perfectamente vida y sacrificio, víctima y oferente, el culto y el hombre. Así ya se anuncia la novedad del Culto Nuevo ‘ Os exhorto, pues hermanos, por la misericordia de Dios, a que os ofrezcáis a vosotros mismos como un sacrificio vivo, agradable a Dios: tal será vuestro culto espiritual ‘ ‘El que se preocupa por los días, lo hace por el Señor; el que come lo hace por el Señor, pues da gracias a Dios; y el que no come, lo hace por el Señor, y da gracias a Dios’ (Rom 12,1-2; 14,6-8).

Jesús tiene el poder de ofrecer o de no ofrecer su vida; pero Él la ofrece libremente (Jn 10,18) y una vez para siempre (Hb 9,28). El no muere para sí porque es inocente (Hb 7,26-27) se ofrece así mismo a Dios como Cordero Inmaculado (Hb 9,14), donando su vida como precio de rescate por todos (Mc 10,45; Mt 20,28).

Cristo muere por el pueblo como profetizó sin saberlo Caifás (Jn 11,50); es decir, entre Jesús y el pueblo, existe un vínculo de profunda solidaridad. Esta solidaridad se anuncia y se anticipa en la alianza, que Cristo decreta en el cáliz de su sangre durante la Última Cena. Frente al lenguaje sacrifical de esta Última Cena (Mc 14,22-24) tenemos que afirmar, que “Jesús se haya comparado al Cordero Pascual y haya señalado su muerte, como muerte de la Víctima sacrifical, como sacrificio”.

Entonces, la solidaridad de toda la humanidad con Cristo, no se fundamenta solo en el hecho que Cristo, pertenece a la humanidad, y por lo tanto la representa sustituyéndola, sino también sobre el hecho de que Cristo, es el Jefe de la Nueva Humanidad, la cual tiene que morir a sí misma para vivir en Dios.

Nadie puede dudar, que el sacrificio histórico de Cristo sea el único y definitivo sacrifico de reconciliación de la humanidad con Dios, ni se puede concebir el culto cristiano sino, como aceptación y actuación de aquel único sacrificio de salvación, como gratitud al Padre, la Eucaristía. No puede ser más que “Eucaristía” la manera cristiana del sacrificio, precisamente por la eficacia y actualidad del Sacrificio Único de Cristo. La manera cristiana del sacrificio, no puede ser otra que la Eucaristía, precisamente por la fuerte eficacia y actualidad del Sacrificio Único de Cristo.

El reconocer el “Don” del Padre, es decir Cristo muerto y resucitado, constituye la nueva modalidad que adquiere el sacrifico de la Cruz, en cuanto el Cuerpo de Cristo es ofrecido y su sangre es derramada “por mí”.

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“Ave María” FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS DE VIDA EUCARÍSTICA Y ESPIRITUAL EN NAZARETH

INTRODUCCIÓN

Con humildad me acerco a esta reflexión sobre los Fundamentos teológicos de Vida Eucarística y espiritual en Nazareth, en espíritu de obediencia pedida bondadosamente por mis hermanas, en el II encuentro de Hermanas con responsabilidades de animación en la Curia Generalicia, confiadas ellas y yo, en la gracia de Dios más que en los conocimientos.

Pienso en una Teología que proponga una síntesis dinámica y unitaria de la Eucaristía en consideración del lugar que ella ocupa en la economía de la salvación y la manera con que se celebra y se vive por la Iglesia. Sin duda la visión de los documentos conciliares, surgida primero de Sacrosanctum Concilium consiste en situarlo todo en la perspectiva de la historia de la salvación, que tiene como punto culminante el Misterio Pascual de Cristo muerto, resucitado, vivo y presente en su Iglesia.


La Sagrada escritura atestigua sobreabundantemente la misión del Hijo a este mundo. Así amó Dios al mundo que entregó a su Hijo Unigénito, a fin de que todo el que crea en El, no perezca, sino que alcance la vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él (Jn 3,16).

La misión del Hijo consiste en la Encarnación. El Hijo de Dios con su Encarnación se ha unido en cierto modo con todo hombre (GS 22). Dios se implica a través del Hijo, en lo más profundo y universal de la historia humana.

La misión visible del Verbo tiene como finalidad su misión invisible, que consiste en la relación personal del Verbo con cada uno de los hombres. El mismo en la Última Cena habla de que los cristianos han de injertarse en Él, como el sarmiento en la vid (Cfr. Jn 15,1-8).
Esta unión, se realiza en primer lugar, por la palabra. Por la Encarnación, el Verbo se ha hecho palabra humana en sus gestos y en su conversación, y al revelarse, el Verbo se entrega a sí mismo al hombre y entrega consigo a la Trinidad Beatísima, “Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a El y haremos morada el él”, (Jn 14,23).

La unión del Verbo con el hombre, tiene lugar en forma inefable, en la Eucaristía. Por ella, el Verbo se entrega de modo invisible al creyente.

La Eucaristía de la Iglesia se remonta a Jesús y tiene su origen en la última Cena. Esta última cena de Jesús (Mc 14,17) se sitúa en el marco de la celebración Pascual y en el contexto de la pasión.

Toda la creación no le costó a Dios sino una palabra de sus labios: “Dijo Dios y todo fue hecho”. No así la Eucaristía: Mucho le costó a Cristo. Le costó toda su Pasión y su misma muerte de cruz; porque el Cenáculo presupone la cruz; porque no hay Eucaristía sin Misa, porque no es posible la inmolación incruenta del Altar, sin la inmolación cruenta del Calvario.

Por eso consideramos a la Eucaristía, fundamentalmente como sacrificio de la Nueva Alianza, como el misterio de la presencia sacramental de Cristo, como banquete de los frutos de la redención.

Es fundamental comprender las dimensiones profundas de la Eucaristía desde la decisión de Jesús al aceptar voluntariamente el destino de su vida como consecuencia de su obediencia al envío por el Padre y de su amor a los hombres. El punto culminante de su misión lo constituye no solo la muerte, sino sobre todo la resurrección. Este es el misterio que celebra la Eucaristía.

La Eucaristía se presenta como ‘fuente y cima de toda la vida cristiana’, porque es el sacramento, el don más importante que Dios ha dejado: Se ha quedado él mismo bajo la forma de un signo sacramental.

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jueves, 26 de junio de 2008

Buena hermana

Pasa por alto las palabras o gestos ofensivos, como si no los hubieses advertido.
Recuerda el bellísimo apólogo del poeta indio
[1]: “dijo el gusano de luz a las estrellas: -Dicen los sabios que algún día se apagarán. Las estrellas no respondieron: ¡siguieron brillando!”

No andes lamentándote ni amargando a los demás con la historia de tus propias penas. Escribió el mismo poeta: “He perdido mi gotita de rocío, gritaba al cielo una flor al amanecer. ¡Y el cielo había perdido todas sus estrellas!”.

Presta los servicios que te pidan, aunque te resulten molestos, incluso aunque te causen un daño personal. También lo sintió así mismo el mismo Tagore cuando escribió:
“El hacha pidió su mango al árbol, y el árbol se lo dio”.

Cumple el Evangelio
, como compendio de todo lo dicho, pues Jesús es el que mejor nos habla de la palabra buena que sale del corazón bueno, y de obras buenas que son los frutos de los árboles buenos…

Y el mismo Jesús fue el primero en cumplir con sus obras la bondad que predicaba. Cada uno de los actos de su vida es una lección de bondad hacia los hombres. Cada uno de sus gestos es una claridad del cielo… cada una de sus palabras es un amanecer de fe, de esperanza y, sobre todo, de caridad…

Jesús nos invita a impregnarnos de bondad para repartirla al mundo. Contemplemos ese Corazón que es manso y humilde, más que nadie. El tenía derecho de criticar, y sin embargo calló y perdonó. Fue paciente con los Apóstoles que al principio eran rudos, preguntaban mucho y aprendían poco. Fue cariñoso con los niños distraídos y enredadores. Comprensivo con el hombre rico que lo visitaba de noche, porque se avergonzaba de venir de día al Maestro de Nazaret.

¡Seamos buenas como Jesús!

[1] Rabindranath Tagore (l861-1941), poeta, dramaturgo y músico. Nació y murió en Calcuta

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miércoles, 18 de junio de 2008

EN LA TRASLACIÓN DE LOS RESTOS DE LA SIERVA DE DIOS MADRE MARÍA SARA DEL SANTISIMO SACRAMENTO Y SIERVO DE DIOS ENRIQUE ALBERTO

Aquí estamos Señor desbordantes de gozo, porque tú nos has llamado, pues todo está inmerso en los planes de tu Divina Providencia y todo lo gobiernas con vigor y suavidad (Sab 8,1).

Nos embargan sentimientos de alabanza, de acción de gracias, de adoración, de gratitud ya que ciertamente es un día señalado, un hito en la historia de la Congregación.

Día venturoso de cielo en el destierro, reflejo de aquel solemne día en que en tu presencia y entonces no encubierto te veremos cara a cara, como celebramos este don en tus Sierva María Sara y en tu Siervo Enrique Alberto y que proclamamos esta tarde en la traslación de sus restos mortales a la casa de sus entrañas en donde nace, crece y florece la vida, en ese eterno presente que eres Tú Señor Tres veces Santo.

¡Proclamamos Oh Dios de infinita Bondad tu Santidad!

Con corazón humilde,

Reconocemos con el Salmista que has estado grande con nosotros y estamos alegres.

Reconocemos que Tú eres el Artífice de la Santidad y que la vida de nuestros Fundadores estuvo asistida por tu luz esplendorosa (Jn 1,9).

Reconocemos que esta experiencia ha sido y es como un inmenso baño de gracia para la Congregación en familia Dominicana y en Iglesia, que esta experiencia ha sido y es como una bocanada de esperanza y como un canto de gratitud que sube muy unido al Magníficat de Nuestra Señora.

Reconocemos como parte de la misión de la Iglesia aquella seriedad de estos procesos de la Causa de los Santos, porque obrando así quiere nuestra Madre que la piedad de sus hijos, tenga un suelo sólido.

Gracias a todos por estar aquí, gracias por su presencia, gracias por las hermanas y los que están lejos pero en su corazón viviendo este momento. Qué bueno que estemos aquí para alabar y glorificar a Dios. Cristo vive en sus Santos, con su misterio pascual “Viene a nosotros” “Viene en el Nombre del Señor” a las generaciones siempre nuevas en el misterio de su paso pascual a través de nuestra historia.

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domingo, 8 de junio de 2008

NAZARENA


Nazarena airosa, intrépida caminas
Por los senderos de Dios y de los hombres
Alma orante, oculta y silenciosa,
Fiel amante de Jesús de Nazaret
En el Sagrario te renuevas cada día
Para vivir con Jesús su Eucaristía
En ferviente inmolación.

Tu pecho palpitante, siempre ardiente
Abrasada por el fuego del amor
Llama viva que ilumina
Fuerza incontenible,
Pasión por el Reino
Antorcha viva de Predicación.
Tu vida es oración.

Tu fuerza invencible ferviente nazarena
Misa que encierra dulce Eucaristía
Y el sacrificio incruento de la Cruz.
Todo lo encuentras aquí, dulce armonía
Que ya deseas vivir para María
Y por ella llegar hasta Jesús.
Es tu ofertorio, vida que has entregado
En total y completa donación.



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sábado, 7 de junio de 2008

AMOR ETERNO

Un amor que no tuvo principio ni tendrá fin. El tiempo tuvo principio y tendrá fin; la eternidad no tiene ni una ni otra cosa. El tiempo es sucesivo; la eternidad estable. El tiempo está formado de instantes sucesivos y efímeros; la eternidad es un instante estable, pleno, que ni comenzó ni acabará nunca.

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viernes, 6 de junio de 2008

MISTICA (2)

Mística significa sencillamente la capacidad de enamorarse de Dios. Es tensión hacia el Todo, hacia el Eterno. Es considerar a Dios más real que las cosas visibles y por tanto más digno de amor que ninguna otra realidad, más “bello” que todas las bellezas creadas, más deseable que cualquier otra persona o cosa.

La mística es una subdivisión de la teología moral en cuanto nos enseña el camino del reino de Dios.

La Teología mística, no es otra cosa que la oración. Las dos no son más que una misma cosa. Tenemos dos principales ejercicios de nuestro amor hacia Dios:

· Afectivo por el cual nos aficionamos a Dios y a lo que nos agrada; nos une a la bondad de Dios; nos llena de complacencia, de benevolencia de fervores, de anhelos, de suspiros y de ardores espirituales. Nos lleva a complacernos en Dios y a concebir buenos deseos. Este consiste principalmente en la oración que comprende todos los actos de la contemplación.
· Efectivo por el cual servimos a Dios y hacemos lo que nos ordena; nos hace ejecutar su voluntad, nos comunica la sólida resolución, la firmeza de ánimo y la inquebrantable obediencia necesaria para cumplir la voluntad divina, y para sufrir, aceptar aprobar y abrazar todo lo que viene de su beneplácito. Nos lleva a agradar a Dios y a engendrar las buenas obras.

Entonces, el amor a Dios, la caridad, se ejercita en actos de amor (caridad afectiva) lo más intensos, fervorosos, lo más sinceros que nos sea posible. No importa que no pueda intervenir la sensibilidad porque solo dependen de la voluntad ayudada de la gracia que nunca nos falta. Desear amar a Dios es ya amarlo y poseerlo. Querer amar a Dios es ya un acto de amor porque en este caso querer amar es ya el acto mismo del amor.

Después del amor afectivo debemos ejercitar el amor efectivo, es decir el amor a su Voluntad santísima en todos sus preceptos, en todas sus permisiones, en todos sus deseos, en una palabra, en cualquier forma en que pueda presentarse o de hecho se presente.

Ahora bien, recordemos lo que es el amor en el ser humano. Ninguna naturaleza creada, ni la del más perfecto de los ángeles, puede obrar por sí misma; para hacerlo necesita de las facultades o potencias. El alma humana tiene dos: el entendimiento para conocer y la voluntad para amar. La voluntad es una facultad ciega: solo puede amar lo que el entendimiento le presenta como amable.

Además, ni el entendimiento está siempre conociendo, ni la voluntad siempre amando; es decir, son potencias que necesitan ponerse en acto. La voluntad mueve al entendimiento para que conozca de hecho. Y la amabilidad del objeto que descubre el entendimiento mueve a la voluntad para que lo ame.

Con excepción de la naturaleza del alma, todo lo demás es accidental: el entendimiento y la voluntad son accidentes; sus actos, es decir, el conocimiento y el amor, son accidentes también; por tanto, algo sobreañadido a lo que es sustancial, que puede perderse sin que lo sustancial se pierda.

En Dios no hay sustancia y accidentes, naturaleza y facultades, potencias y actos de las potencias. Todo en El es simplísimo. El ser simplísimo de Dios es AMOR...Amor siempre en acto, amor que ama siempre. Amar es el ser de Dios, es la existencia de Dios.

Debemos comprender que la perfección no es otra cosa que el amor, la caridad llevada a su perfección. Ser perfecto es amar mucho, es amar plenamente, es amar con un amor puro, generoso, fecundo.

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jueves, 5 de junio de 2008

LA MISTICA

Jesús en el evangelio nos muestra tres caminos para llegar a El, cada uno más perfecto que el anterior: el camino del servidor que observa los mandamientos, el camino del discípulo que sigue a Cristo y el camino más perfecto del místico que se une con la divinidad.

Primer camino: Un día un Joven preguntó a Jesús: “Maestro, ¿qué he de hacer de bueno para conseguir la vida eterna?” (Mt 19,16). Jesús dice: “¿Porqué me preguntas a cerca de lo bueno? Uno solo es Bueno. Mas si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos” (Mt 19,17).
La pregunta y la respuesta nos indican que para alcanzar la vida eterna, es necesario servir a Dios, observar sus mandamientos.
Cuando se trata de nuestra vida renunciamos a nuestros gustos y disgustos; estamos dispuestos a todo para salvarla. Estamos en cierto modo al servicio de la vida humana.

Ahora bien, Dios quiere que también nos coloquemos a su servicio, si queremos participar de su vida, si deseamos vivir eternamente y entonces debemos guardar los mandamientos.

El servidor de Dios que desea servirle así, debe conocer sus deberes. La Teología moral nos enseña esos deberes, ciencia que dirige nuestras acciones de acuerdo con los mandamientos y sirve de base a nuestra vida espiritual. Su fin es hacer de nosotros servidores de Dios.


Segundo camino: Cuando el joven oye decir que la observancia de los diez mandamientos es el precio del reino de Dios, dice a Jesús: “He observado todos esos mandamientos desde mi infancia”. Y Jesús al oírlo, lo mira y lo ama. Evidentemente Jesús ve que el joven es ya un servidor de Dios, que posee las cualidades requeridas para adelantar y le propone otro ideal, un ideal más perfecto y no contrario, sino superior al primero: “Si quieres ser perfecto, anda vende lo que tienes y dáselo a los pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven, y sígueme” (Mat 19,20-21).

Seguir a Cristo es tomarlo como modelo, con el deseo de asemejársele, sin buscar otro premio que el de la perfección del Maestro. Seguir a Cristo quiere decir renunciar a sí mismo. Diciendo: Sígueme Jesús quiso decir: Renuncia a ti mismo, sigue mis enseñanzas, mi disciplina; ¡sé como yo!

Cuando Jesús dijo si quieres ser perfecto empleó la palabra aramea Ghémiro, que quiere decir maduro, completo terminado, perfecto en habilidad y saber, un profesional. En griego, profesional se dice ascétes; en el sentido religioso, pues asceta es un profesional en la práctica de la vida cristiana, un discípulo que sigue a Cristo.

La teología ascética es la ciencia de la vida perfecta; enseña el renunciamiento así mismo y la práctica de la virtud. Aspira como fin a la adquisición de una nueva vida, toda energía y libertad, en lugar de la vida de los sentidos, sujeta a la debilidad y a la esclavitud. En otras palabras, nos enseña a formar a Cristo en nosotros, hasta el estado de hombre hecho.

Tercer camino:
Jesús es el instrumento pasivo de su Padre y El lo sabe: Las palabras que os digo, no las digo por mí: el Padre que está en mí hace El mismo estas obras Jn 14,10.

En esta misteriosa unión con el Padre, se muestra como místico y a esa unión ha llamado su Iglesia. Fue la noche memorable que precedió a su muerte. Los apóstoles acababan de recibir su cuerpo y su sangre. Sus corazones ardían aún en fervor, sentían que el Cristo estaba con ellos, pero en seguida su defección les demostró que si el Cristo estaba con ellos, ellos no eran una sola cosa con El.

Jesús pidió por tanto para sus apóstoles esa gracia de unión y no solo oró por ellos, sino también por todos aquellos que por su predicación debían creer en El (Jn 17,20). Es evidente que Cristo oró por la unidad de todos los miembros de la Iglesia; mas el principio de esa unidad es Jesús mismo que actúa en el individuo, como el Padre actúa en El. Exactamente como Jesús es el portavoz y el instrumento del Padre, así El desea que nosotros realicemos su obra, en nuestra unión con El y con el Padre.

Si Jesús ha pedido la unión perfecta, aquellos que participen de ella deberán ser pasivos, para que Jesús pueda actuar libremente en ellos y por ellos, como el Padre actúa libremente a través de El... Para que todos sean uno...(Jn17,21).

Cristo debe vivir en nosotros más que nosotros mismos. No solo debemos servir a Dios observando los mandamientos o seguir a Cristo muriendo al mundo; debemos ser místicos, adorándolo en un abandono completo, o mejor dicho en la absorción de nosotros mismos en Dios.

En la vida mística, la persona se torna, pasiva; Cristo entra en ella y vive en ella y por ella; se torna así en cuerpo místico de Cristo. No es la Iglesia, pero está tan firmemente anclada en El, está tan unida con El, que el espíritu de la Iglesia es su espíritu; está madura para el Espíritu de Dios. Ha muerto para sí misma, para que el Espíritu de Cristo viva en ella y actúe por ella.

En esta posesión divina la personalidad del místico no desaparece, aun cuando se convierta en el cuerpo místico de Cristo. Esta asociación, esta adhesión a Cristo, que lo moldea como la mano del alfarero hace con la arcilla, le da una nueva existencia que excede la naturaleza. El que se une a Cristo, dice San Pablo, es un solo espíritu con El 1Cor 6,17.
El místico siente que es un solo espíritu con Cristo y que vive la vida celeste; sigue siendo sin embargo, una criatura sujeta a las enfermedades de la carne.

Esa sensación de conquista divina, de casi edificación, se torna tan intensa en ciertos místicos, que San Pablo pudo decir: Yo vivo, mas ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí (Gal 2,20).

Todos estamos llamados a esta unidad divina. La perfección mística no es por tanto el privilegio de un pequeño número; es para todos los cristianos y desde luego para mí.

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miércoles, 4 de junio de 2008

CONTEMPLACION Y MEDITACION


Meditamos para recoger el amor de Dios como cuando las abejas han recogido la miel y la trabajan por el placer que encuentran en su dulzura. Contemplamos a Dios y admiramos su bondad por la suavidad que el amor nos hace encontrar en las cosas divinas.

El deseo de alcanzar el amor divino nos hace meditar; pero el amor, una vez obtenido, nos hace vacar a la contemplación; porque el amor nos hace encontrar una suavidad tan agradable en la cosa amada que el espíritu no acaba de saciarse en verla y considerarla.

Consideramos al principio la bondad de Dios para excitar nuestra voluntad a amarlo; pero una vez despertado el amor en nuestros corazones, continuamos considerando esa misma bondad para contentar nuestro amor, que no puede saciarse de contemplar lo que ama.

La meditación es madre del amor; pero la contemplación es su hija.

El amor, por una facultad imperceptible, hace la hermosura de lo que ama más bella; asimismo, el conocimiento afina el amor para que encuentre la hermosura más amable. El amor influye en los ojos del alma para mirar cada vez con más atención la hermosura amada, y esa vista presiona al corazón para amar cada vez con más ardor.


CONTEMPLAR es ver a Dios y las cosas divinas con una mirada sencilla y simple, libre, penetrante y cierta, que procede del amor y tiende al amor.

Es sencilla y simple: En la meditación se razona, en la contemplación no.
Libre, porque para producirla, es necesario que el alma esté libre aún de los menores pecados, de los afectos desordenados, de la precipitación y de los cuidados inútiles e inquietantes. Sin lo cual, el entendimiento es como un ave atada que no puede volar, si no la desatan.

Es clara y penetrante, no como la visión beatífica, sino como los conocimientos de la fe que no dejan de ser oscuros.

En la meditación se ven las cosas confusamente, como de lejos y de una manera seca. La contemplación las hace ver distintamente y más de cerca. Las hace como tocar, sentir, gustar, experimentar interiormente.
Es cierta, porque su objeto son las verdades sobrenaturales que la ley divina le descubre; y cuando esta manifestación se hace directamente al entendimiento, no está sujeta a error.

Procede del amor y tiende al amor. Es el ejercicio de la más pura y perfecta caridad. El amor es su principio, su ejercicio y su término.

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martes, 3 de junio de 2008

CONTEMPLACIÓN- ACCION

No se puede separar la vida activa de la contemplativa, porque la acción necesita la contemplación para ser fecunda y la contemplación supone la acción que la prepara. La acción lejos de excluir la contemplación, la necesita, esbozada en el tiempo y consumada plenamente en la vida futura.

Toda forma de vida Consagrada incluso la más activa y comprometida en los campos más seculares, tiene necesidad absoluta de “contemplación”.

Contemplar es “sumergirnos en el misterio cristiano” “inmersión total en el misterio de Cristo” quedar fascinados por el “sublime conocimiento de Cristo” y prendidos de su ser y de su vida; en una palabra de “vivir en Cristo” como premisa para “actuar como El”.

Contemplación es la luz del Espíritu, la única que está en condiciones de asegurar la unidad entre la oración y el don a los demás, entre nuestro amor a Dios y a nuestros hermanos.

CONTEMPLACIÓN

Es iniciada aquí
No termina nunca
Se consuma en la eternidad
Se realiza en la visión
En la morada de la eternidad
En el descanso
En la Patria
En la recompensa de la contemplación
Tiene acceso a ella, quien tiene un corazón purificado.
Requiere silencio cargado de presencia adorante

ACCION
Es solo del tiempo.
Se acaba el día que morimos.
Se realiza en la fe
En el peregrinar del tiempo
En la lucha
En el destierro
En el esfuerzo de la acción
Bajar del monte con un rostro radiante.

La contemplación entonces no es otra cosa que una mirada a Dios, amorosa, sencilla, simple; una atención del espíritu, acompañada y sostenida por una inclinación del corazón casi imperceptible. Una mirada simple porque excluye el razonamiento, el raciocinio, la multiplicidad de ideas; pero acompañado de un amor de Dios puro y perfecto. De manera que este pensamiento de Dios, esa mirada a Dios, esa atención a Dios presente en nosotros, es como lo material de la oración; y ese amor, esa inclinación del corazón, esa atención amorosa a Dios presente, es como lo esencial de la oración.

Ahora bien, el objeto de la oración no solo es ocuparnos de Dios, sino nutrirnos de El, como el pan único que pedimos en la oración, tendiendo las manos como mendigos de Dios. Así dice San Agustín, cuando oramos somos mendigos de Dios, “Omnes, quando oramus, mendici Dei sumus”.

La simple atención a Dios, separada del deseo del corazón y de sus gemidos, no es oración; y para tener a Dios presente de verdad, es preciso poseerlo y gustarlo por el amor...




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viernes, 30 de mayo de 2008

TRASLACION

Es un gozo y una gran alegría dejarnos inundar por ese misterio de encontrar el camino paso a paso que nos lleva con certeza a conocer aunque de manera imperfecta la misericordia de Dios que se deja reconocer en los acontecimientos grandes o pequeñitos en el quehacer de cada día.

No sabría cómo explicarles su infinito amor derramado sobre nosotras en la manera como El va conduciendo nuestra historia con una ternura y una paciencia que no se cansa de esperar nuestra respuesta pues nuestra mente no alcanza a comprender tanta hondura en estos hechos salvíficos pero que no dudo quedan grabados en nuestra alma y como decía ayer una hermana Novicia en un diálogo delicioso con el Padre Vito Gómez, Postulador General de la Orden y el Padre Francesco Ricci su secretario, hemos pensado que cuando seamos viejitas nos preguntarán ¿Cómo fue eso? ¿Qué y Cómo lo vivieron? Y claro como testigos oculares tenemos que trasmitirlo a todas las generaciones. Esa es nuestra responsabilidad captada así como les decía por una hermana novicia las profesas ¿como la captamos?

En este momento Dios nos habla claramente queridas hermanas a través de este acto luminoso, como parte del proceso de canonización, la Exhumación, traslación, reconocimiento y extracción de los restos de nuestros amadísimos Fundadores: Sierva de Dios María Sara del Santísimo Sacramento y Siervo de Dios Enrique Alberto.

Es así, Dios es sorprendente y el sábado 31 como había hecho parte del anuncio, presente el Rvdo. Padre Postulador Vito Tomás Gómez García O.P. y Padre Francesco Ricci O.P. secretario de la Causa, el Tribunal designado por el Excelentísimo Mons. Daniel Caro Borda Obispo de la Diócesis de Soacha y la Arquidiócesis de Bogotá, la Superiora General y su Consejo, otras religiosas de la Congregación venidas de todas las circunscripciones, el representante del Padre José Gabriel Mesa Provincial de la Orden Dominicana en Colombia, Sacerdotes, familias y fieles se efectúa el reconocimiento oficial y canónico de los restos mortales, de la Sierva de Dios Sara del Santísimo Sacramento y Padre Enrique Alberto Higuera Barrera que como les dije arriba son trasladados a la Casa Generalicia por concesión del Emmo. Sr. Cardenal Arzobispo de Bogotá, Mos. Pedro Rubiano Sáenz. Se celebra una Eucaristía de acción de gracias en la Solemnidad de Nuestra Señora de la Visitación y se comparte el pan.

A todas las convoco en unidad y comunión a participar de este regalo y bendición, escuchemos con la Santísima Virgen el anuncio del Ángel con sorpresa y humildad aunque no comprendamos todas las consecuencias de este acontecimiento y en actitud orante permanezcamos sencillamente agradecidas con el canto del magníficat que exultamos en esta fiesta de la Visitación. Velemos con anhelo encendido para poder reconocerle como los discípulos de Emaús en la fracción de pan, prosigamos hablando como ellos de los acontecimientos mientras El nos explica las escrituras y hace arder nuestro corazón.

Nos espera otro gran día, próximo momento del que estamos a la expectativa después de revisado el trabajo de la comisión histórica que nos ayudará a definir la fecha de la clausura del trabajo del tribunal es decir el cierre de la causa en su fase Diocesana que ya será un acto público en el que participará la familia Dominicana, religiosas de otras Congregaciones, sacerdotes, familias, personal de nuestras obras, etc. Está abierto a todas las personas sin excepción. El ideal es que se cierre antes del viaje de retorno del Padre Postulador pero como les digo depende del estudio que se haga hoy.

El Señor nos ha acompañado siempre, sigue el proceso en las manos de Dios hasta que el mismo nos conceda el don de la canonización.

El Espíritu Santo nos ayude a comprender la presencia de Cristo Resucitado en este acontecimiento, que esta presencia conforme nuestras vidas y nos lleve a sentirnos Iglesia.

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lunes, 26 de mayo de 2008

NUCLEOS PROBLEMATICOS (5)

5. Todos coincidimos en que el esparcimiento y la recreación son salud para la Vida Comunitaria. ¿Qué modos quizá nuevos debe revestir esta recreación para cumplir verdaderamente sus fines?

El religioso que se entrega por completo al servicio del Reino sigue siendo un hombre y ha de intentar llevar una vida humana. Tiene necesidad de:

· respetar los ritmos de la naturaleza humana
· de recuperarse en el descanso
· de fortalecerse en la terapia y el deporte
· de realizarse en la convivencia, en la fiesta
· de poseerse plenamente así mismo en la reflexión y contemplación.

La comunidad programará en el Proyecto Comunitario los espacios para que cada hermana y comunidad puedan participar alegre y activamente en estas actividades sin privarse de ellos. Esto en clima comunitario evitando el individualismo sin evadir las relaciones interpersonales.

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domingo, 25 de mayo de 2008

NUCLEOS PROBLEMÁTICOS (4)

4. La sobrecarga de trabajo hace que un número muy considerable de hermanas tengan que concentrarse en labores administrativas que no tienen mucho atractivo o que tienen un atractivo malo para las vocaciones jóvenes.

¿Qué debemos hacer: Limitarnos a obras sustancialmente pequeñas, integrarnos en equipos amplios de trabajo con los seglares o buscar nuevos frentes de evangelización en los que la labor de predicación sea más explícita?

Pienso que no son disyuntivas sino líneas de jerarquía de valores o de insistencias que es necesario redimensionar. Todos son importantes y no será buscar nuevos frentes de evangelización sino frentes de la Nueva Evangelización.

En la aurora de la Iglesia, la mujer en la persona de María, está presente como fuerza aglutinadora de la comunidad. En nuestra Iglesia de hoy, vemos la mujer consagrada viviendo esta misma experiencia de María; asumiendo por la fuerza del Espíritu, el liderazgo y conducción de muchas comunidades eclesiales que se forman en medio de los pobres, en la base de la Iglesia.

Por otra parte, el carisma no solo es para los religiosos sino para la Iglesia y los cooperadores seglares deben ser preparados por la participación y comunión de la espiritualidad de la Congregación para que sean protagonistas de la N.E. Y si es necesario asuman plenamente las obras y prolonguen la vivencia del carisma fundacional.

“El verdadero problema de la V.R. hoy no es la carencia de vocaciones sino la falta de verdadera transparencia evangélica”.

· TRANSPARENCIA.

Dios se reveló en su Hijo encarnado, Jesucristo: “A Dios nadie lo ha visto jamás; el Hijo único, que es Dios y que vive en íntima comunión con él, es quien nos lo ha dado a conocer”. Jn. 1,18

La TRANSPARENCIA de Dios, es decir, que actúa a través de todas las creaturas. Por ellas y eminentemente mediante la santa humanidad de su Hijo Jesucristo, se nos hace “Visible”, transparente”.
Es así como podemos descubrirlo siempre, en la historia y en el cosmos, en la naturaleza y en las realidades temporales, como así mismo en nuestra propia persona, y en cada etapa de nuestra madurez humana y cristiana.

“El universo es una encarnación de Dios, como la Iglesia es una encarnación de Cristo resucitado”. Pablo VI

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sábado, 24 de mayo de 2008

NUCLEOS PROBLEMÁTICOS (3)

3. ¿Qué criterios claros podemos establecer hoy con respecto a la expresividad afectiva entre las Hermanas, con la familia y con los seglares?

La afectividad una línea de expresión necesaria y al igual que cualquier forma de vida requiere cultivo. Siento que este es un punto bastante amplio y un tanto complejo ya que la afectividad es una realidad conflictiva y pluriforme, es una de las áreas privilegiadas donde el conflicto humano se manifiesta más fuertemente. Es pluriforme porque puede adoptar muchas modalidades, enrutarse por diferentes rumbos.

La consagración atraviesa todo el proceso de relación y emoción de la persona, identificando una manera propia de establecer vínculos afectivos y formas de expresión, tanto en las relaciones fraternas en el ámbito interno de la vida comunitaria como las amistades de fuera y en relación a la familia, desde el ser hombre/mujer. En ella pueden darse las más sublimes manifestaciones de donación y desprendimiento, junto con las situaciones equívocas o incluso compromisos abiertamente negativos.


Pienso que en la Vida religiosa es esencial:

  • El cultivo del amor fraterno en el ámbito de la convivencia comunitaria

  • El cultivo de la amistad que transforma el amor en fuente de bendición para sí y para los hermano/as.

  • Saber poner a disposición del reino inaugurado por Jesús todas las posibilidades personales de amor y servicio.

  • Aprender a abrirse a una dimensión del amor que ya no se limita al círculo familiar, sino que sin excluirlos se expande a la fraternidad de los hermano/as de consagración y le hace libre para la misión.

  • Las opciones pastorales están marcadas por la afectividad y deben ser formas concretas de amar, inspiradas en el contenido del amor del Padre y por el modelo de las elecciones y la fidelidad de Jesús.

  • No perder de vista la dimensión de proceso que tiene la afectividad, ya que ella está presente en toda la historia de cada vida consagrada.

  • Hacer un camino de libertad interior que continuamente se libera y se construye
    · por la sana confianza de sí
    · la correcta percepción de sí y de la realidad
    · la autonomía y la capacidad de sentido
    · la capacidad de soledad del corazón.

    A. ¿De qué modo es deseable que la mujer consagrada integre sus sentimientos propiamente femeninos: Deseo de pertenecer, deseo de agradar, deseo de dar vida, en el servicio al Reino de Dios?

    El amor humano se espiritualiza por la alteridad, por la salida de sí mismo y donación al otro. La mujer como todo ser humano se realiza por la auto posesión, pero también en la relación; por la interioridad de experimentarse como diferente y por la exterioridad de ser llamada a la comunión.

    Lo femenino es vivido en las tres dimensiones de compañera, esposa y madre.

    La mujer es compañera en la vida de la Iglesia por la perspectiva particular de interpretar la Palabra de Dios y de vivir la espiritualidad. La mujer tiene su manera de escuchar y de entender la Palabra. Ella la interioriza de un modo propio engendrando una forma específica de espiritualidad y fecunda desde ahí su manera de pensar teológicamente la fe. Ella sabe descubrir el rostro materno de Dios, de la Creación, de la Historia, de la Iglesia. La mujer contribuye desde su alteridad para la lectura de la Palabra de Dios.

    Carlos Mesters dice que cuánto más la mujer se descubra y tome conciencia de su condición, tiene una luz nueva que saca del texto cosas que la otra mirada, la del hombre no percibe. Milton Schwantes, pastor luterano, piensa que los hombres tienen una tendencia a generalizar, la mujer tiene más sensibilidad.

    Hay también una manera diferente de vivir la espiritualidad en cuanto que la mujer se deja trabajar por el Espíritu Santo. Tiene una manera propia de experimentar a Dios, tiene una manera propia de actuar. La mujer no separa cabeza y corazón, sensibilidad y razón. Hay muchas mujeres que son dotadas de una intuición profunda sobre la vida humana, capaces de aconsejar, de intuír dificultades, de expresarla, de confortar, de proponer salidas, de confirmar la fe de muchos.

    Hay una espiritualidad diferente en la mujer del Cap. 12 de Juan, que interrumpe el banquete y no mide riesgos ni desprecios; también en la acción de la viuda tres veces pobre, por desamparada en una sociedad machista, por ser mujer y por no tener recursos económicos, pero que busca en Dios toda su riqueza. Lc 21.

    La mujer sabe encontrar fuerzas dentro de sí para esperar contra toda esperanza.

    La mujer, compañera en la acción pastoral, cuando como persona consagrada participa de proyectos de la Iglesia, parroquiales o en obras propias del Instituto. Sigue siendo siempre una mujer que tiene aportes que le son propios.

    Delante de algunas puertas cerradas para la mujer en la Iglesia, queda siempre abierta la puerta del profetismo. María y otras mujeres enseñan en la historia de la Iglesia la participación femenina en la obra de la Salvación.

    La mujer no se realiza en la pura conciencia de su alteridad. Como todo ser humano -también el varón- ella está llamada a vivir en la comunión, a ser esposa.

    El amor esponsal incorpora en una única realidad los amores que han llegado de fuentes diferentes. La mujer tiene una identidad propia. Una “inseidad” metafísica que la constituye como persona. Pero el dinamismo de la persona implica también el llamado para crear una nueva unidad, un nosotros, una comunión.

    Si el carácter esponsalicio reside fundamentalmente en el amor fecundo que une, pero también recrea nuevas vidas, este carácter, puede ser atribuido también a la virginidad, que es un profundo amor unitivo con su propia fecundidad en el orden espiritual. La relación sexual del hombre y la mujer no agota la unidad esponsal. Ahí se encuentra toda la posibilidad humana de hablar de una analogía entre la pareja y el misterio de Cristo y de la Iglesia.

    La fecundidad en el caso de la mujer se expresa por la “maternidad”. La maternidad es uno de los símbolos humanos más perfectos de la Trinidad. Toda madre desea por el momento de tener al hijo fuera, pero para abrazarlo con tanta ternura como para colocarlo de nuevo dentro de sí misma; dos momentos de la alteridad, distinción madre/hijo, y de la comunión. Expresa el proceso inmanente trinitario de la unidad y pluralidad; del Padre como origen, de Hijo como engendrado, y del Padre y el Hijo en la comunión del Espíritu Santo.

    La maternidad Consagrada como cualidad femenina aparece en el engendrar vida, más rica que en el hecho de la procreación biológica. Tiene una dimensión espiritual que es vivida en la virginidad. Maternidad espiritual que se caracteriza por el amor que protege al flaco, por la auto-donación generosa, por el amor que se irradia. Esta maternidad se aplica a Dios, a Cristo, a María, a la Iglesia.

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viernes, 23 de mayo de 2008

NUCLEOS PROBLEMÁTICOS (2)


2. Los ritmos de trabajo y las exigencias de especialización dejan muy poco tiempo para cualquier estudio que no esté directamente relacionado con el apostolado ¿Qué podemos hacer para que los temas espirituales y de Consagración Religiosa no queden relegados pero tampoco se conviertan en una imposición para las Comunidades Locales?

Creo que la calidad de vida es para el religioso, en primer lugar, enraizamiento de la opción fundamental, discernimiento espiritual, conversión a la interioridad, actualización del seguimiento y testimonio gozoso de fe.

Si la calidad de nuestra V.R. se cifra en el crecimiento en la vida del Espíritu, hemos de llegar a ser hombres /mujeres profundamente espirituales. Este crecimiento implica necesariamente la madurez humana por lo que es importante una integración y armonización entre crecimiento humano y crecimiento espiritual.

Pienso que el discernimiento del SER Y del HACER debe ser permanente en las comunidades y llegar a concentrar los centros de referencia en: crecimiento en la experiencia de Dios, seguimiento de Jesús, fidelidad a las constituciones, esfuerzo ascético. Cuando esto es asumido no se siente como imposición, es más bien una necesidad y la comunidad creará las condiciones, dosificará el tiempo y colaborará para que las hermanas se preparen y puedan dedicarse a los estudios sin detrimento de la vida espiritual.

La necesidad de la formación permanente debe ser sentida por cada hermana, el propio camino de renovación no puede recorrerlo nadie por mí. Existe pues una relación directa entre el compromiso de formación permanente y la actitud de conversión continua. Más sin embargo con frecuencia constatamos en estos años que los religiosos hemos renovado muchas estructuras, pero muchos o algunos no nos hemos renovado personalmente. Es importante conseguir hacer de la comunidad un lugar de formación.

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jueves, 22 de mayo de 2008

NUCLEOS PROBLEMÁTICOS


1. Después de tantas teorías, propagandas y discusiones sobre la Opción por los pobres, ¿Qué debe quedar en firme como aplicación para la Vida Religiosa?

El fundamento último de la Pobreza evangélica radica en lo que constituye lo específicamente cristiano: En Cristo. El signo y la condición de Cristo son condición y signo de la Iglesia: “Como Cristo ha cumplido la redención a través de la pobreza y de las persecuciones, así también la Iglesia está llamada a seguir el mismo camino para comunicar a los hombres los frutos de la salvación” (LG 8).

La opción de Jesús por los pobres marca el camino de la Iglesia “Acercándonos al pobre para acompañarlo y servirlo, hacemos lo que Cristo hizo por nosotros al encarnarse, al hacerse hermano nuestro” “El servicio a los pobres es la medida privilegiada y no excluyente de nuestro seguimiento y de nuestro servicio a Cristo”.

El amor de Jesús por los pobres y oprimidos está condensado en las bienaventuranzas (Lc. 6,20-21).

Vivir la pobreza y hacer opción por los pobres implica una experiencia de fe y una experiencia personal de pobreza afectiva y efectiva, personal y comunitaria. Significa especialmente encarnación y solidaridad en/ con el mundo de los pobres. La opción por los pobres responde a una actitud maternal y afectiva. Es el cariño que está en la esencia de la opción. La capacidad de establecer relación de amistad con ellos. La manera como las mujeres hacen la interpretación de la Palabra que apunta para una escatología de la Tierra Prometida vivida en el presente de las comunidades, es una de las mejores contribuciones de la mujer al movimiento de los pobres.

Para mí en el nuevo modo de acercarme a la realidad me exige un largo camino hacia la construcción de una identidad caracterizada por:

- la humilde aceptación de mí misma
- la entrega de sí
- la aceptación de la dependencia existencial de Otro
- la capacidad de hacer espacio a..... y de “saber esperar”.
- La aceptación de la precariedad del hoy
- La actitud del compartir
- La recuperación de la Interioridad, como retorno a aquella dimensión de esencialidad donde sienta al mismo tiempo el despojo y la libertad.

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miércoles, 21 de mayo de 2008

ACTOS DE CRISTO Y DEL COMULGANTE

Todo cuanto obra Jesucristo por su naturaleza Humana, reviste dos formalidades: formalidad de acto y como tal transitorio, realizado en tal momento histórico y en tal lugar topográfico; y formalidad de misterio, por imputarse este acto a una Persona divina, y como tal es eterno, trasciende el tiempo, trasciende el lugar, y es tan actual ahora como lo era en aquel tiempo, y está tan presente aquí como lo estaba allí. Pasaron todos los actos de Jesús, pasó su orar y su llorar y su resucitar, etc., pero no ha pasado el misterio de su oración, ni de su llorar, ni de su muerte, ni de su resurrección, etc. Luego cuantas veces me pongo por la fe en relación con cualquiera de los detalles de su vida, revive el misterio, de modo que Jesucristo nace cuando yo quiero, llora cuando yo quiero, etc. Jesucristo puede vivir aquí hoy como cuando vivía en Palestina.

Toda la vida de Cristo se acomodaba al fin de la encarnación, que era redimirnos. El primer acto que el Verbo realiza en el mundo es encarnarse y todos los actos de Cristo son realizados con una carne destinada al sacrificio y se ordenan a la muerte; son pasos hacia ella. “Se entregó por nuestros pecados y resucitó por nuestra justificación” (Hb 10,5-9). La función específicamente capital de Cristo es la redención del género humano. Y los actos con los que la ejerce son actos redentores.

“Se ha entregado a sí mismo para nosotros, ofreciéndose a Dios en sacrificio de suave aroma” (Ef 5,2). Este sacrificio es al mismo tiempo un sacrificio de alianza, sacrificio de expiación y sacrificio pascual. Su efecto salvador consiste en la realización de la Nueva Alianza, en la expiación purificadora, santificadora y en la redención.

Según la carta a los Hebreos, tenemos que decir: “la muerte de Cristo, es el sacrificio escatológico, ofrecido una sola vez, para siempre y de manera definitiva, para la eliminación de los pecados en virtud de la fuerza expiadora de su Sangre”. La carta a los Hebreos abarca en una síntesis grandiosa, toda la vida y la acción de Jesús. La muerte de Jesús en la cruz, su sacrificio por la salvación del mundo, sella la conclusión de todos los sacrificios anteriores y su fin.

Nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por el que ama (Jn 15,13), como El la dio.

La vida cristiana no es otra cosa que la reproducción de la misma vida de Cristo. Cada cristiano, según su vocación, debe reproducir místicamente en su alma el Misterio Pascual: en la tierra, debe tener su pasión y su muerte, para lograr en el cielo su resurrección. “si sufrimos con El, con El seremos glorificados” (Rm 8,17).

Jesús Hijo de Dios hecho hombre, ha venido a nosotros para darnos la vida y dárnosla en abundancia (Jn 10,10). El es el ejemplo de esta perfección que debemos alcanzar, la imagen perfecta con la que, por “vocación divina”, debemos conformarnos (Rm 8,29), porque en El nos escogió el Padre antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor (Ef 1,4).

Además, Jesucristo es la fuente de esta vida divina que El posee desde la eternidad (Jn 1,4); y su humanidad sagrada, en calidad de órgano e instrumento de la divinidad, es el canal con el que este río de gracia llega a nosotros; nuestra perfección y nuestra santidad consistirá en adherirse a ella; en participar de su vida, de unirnos a su misterio; en someternos dócilmente a su eficacia santificadora. Cada uno de sus misterios, cada una de sus acciones, pensamientos y afectos han de ser para nosotros fuente de vida y de gracia.

Es propio del Hijo reproducir a su Padre. Y nosotros hemos sido predestinados para reproducir esa imagen, y por tanto para ser hijos en el Hijo. El debió hacerse semejante en todo a sus hermanos (Hb 11,17) y por eso sufrió hambre y sed, se fatigó en sus largas jornadas a pie bajo el ardiente sol de Palestina o se entumeció por el frío de sus rigurosos inviernos.

Sufrió sobre todo las penas morales: la incomprensión de sus discípulos, la traición de sus amigos, las calumnias y los insultos de sus enemigos gratuitos, la amargura de las humillaciones y de los fracasos; y su Corazón fue sensible a la amistad, y se conmovió hasta las lágrimas, y se dejó abatir por la tristeza y el hastío... Al encarnarse quiso llevar una vida como la nuestra. Hacer lo que hacemos, sentir lo que sentimos, padecer lo que padecemos. Y no solo que estas acciones nos merecieran la gracia, sino que fueran capaces de producirla a manera de sacramentos de santificación.

Sólo exceptuó el pecado personal y sus consecuencias, por su absoluta incompatibilidad con la dignidad divina; en cambio tomó sobre sí todos nuestros pecados y se hizo responsable de todos ellos.

Somos, pues, hermanos de Jesucristo, no solo porque es hombre como nosotros, no solo porque tenemos la misma sangre que aquí es la “gracia de la adopción filial”, sino porque nuestra unión con El, no es solo moral, afectiva, sino vital: nuestra vida es Cristo (Fil 1,21). Jesucristo, como Dios, es la causa eficiente de la gracia; como hombre es la causa instrumental.

La Encarnación en la mente divina tiene una extensión incalculable. No se reduce a la unión hipostática de la Divinidad con la Humanidad formada por el Espíritu Santo en el seno purísimo de María. La Humanidad de Jesús es como el instrumento para que en cierta forma, este misterio se extienda a todos los fieles. Toda la Humanidad, todo el género humano, está llamado a ser una prolongación de la Humanidad de Jesús, para formar así el Cristo Total.

Así como todos los sacramentos nos dan la gracia santificante, así sucede con cada uno de los misterios de Cristo y con cada uno de los detalles de su vida terrena. No solo merece sino que a su contacto con la fe, produce, obra, hace, realiza en mí lo característico de ese misterio o de ese detalle mínimo de su vida. La humildad de Jesús nos abaja y anonada, su dulzura nos hace dulces, su pureza inefable nos purifica, su mansedumbre nos hace mansos, etc. En Jesucristo encontramos nuestra verdadera personalidad.

Todas las acciones de Cristo son acciones de Cabeza. Jesucristo obraba siempre como lo que era: cabeza del Cuerpo Místico.

En cada momento de su vida, El tenía delante de los ojos a cada uno de los miembros de su Cuerpo. Vivía para la Iglesia y en lugar de la Iglesia. Vivía para cada uno de sus miembros y en lugar de cada uno de sus miembros. Sembraba actos que contenían misterios. En sus actos: El era yo, para que al correr de los siglos fuera cada uno de sus miembros reviviendo los misterios y en cada uno de los misterios nos encontráramos con El. En sus misterios, yo soy El...

Cuando comulgamos no solo comulgamos el Cuerpo de Jesús Salvador sino su Cuerpo Místico entero, su Cuerpo Total es decir todos sus hermanos los hombres, los de la tierra y los del cielo: el universo.

Por Jesucristo la Redención triunfó pero somos nosotros quienes ponemos obstáculo al triunfo cuando no injertamos toda nuestra vida en la ofrenda perfecta del Salvador y no acogemos a Cristo entero para injertarlo en nuestra vida.

María, ¡Madre del Verbo encarnado! ¡Madre del Cristo Total! Enséñanos el camino de unión con Jesús y con los demás miembros; acércanos a la ¡Fuente de toda vida y santidad! Adhiérenos por una fe viva a Jesús y a sus misterios santificadores, a su Pasión, a su Muerte y Resurrección.

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