jueves, 17 de julio de 2008

FUNDAMENTOS TEOLÓGICOS DE VIDA EUCARÍSTICA Y ESPIRITUAL EN NAZARETH (4)

EUCARISTÍA Y VIDA

El carácter trinitario de la plegaria eucarística desvela el sentido trinitario de la Eucaristía: del Padre, por Cristo en el Espíritu Santo.

La Eucaristía es una plegaria filial y una acción paterna de Dios. La plegaria expresa de manera ascendente, hacia Dios Padre, cuanto se da de manera descendente, del Padre hacia nosotros.

La Eucaristía es la presencia de Cristo en su misterio pascual, como sacerdote y víctima, don de Dios a los hombres, don de los hombres a Dios.

La Iglesia que ora y actúa ‘en el Espíritu Santo’, pide y obtiene este don de Cristo que transforma el pan y el vino y reúne a la Iglesia en la unidad del único Cuerpo eclesial. El sacerdote que ora y consagra lo hace ‘en la persona de Cristo y en virtud del Espíritu Santo’.

El Espíritu del Resucitado es aquél que hace la Iglesia y produce ‘comunión’. La Eucaristía aparece así como la experiencia de la máxima comunión a nivel vertical y horizontal, como una imagen viva de la Trinidad.

La Iglesia eucarística es Iglesia trinitaria, hecha a imagen de aquella misteriosa comunión de personas en la única naturaleza. También nosotros ‘aun siendo muchos, somos un solo cuerpo’.

Ahora bien, si la Eucaristía hace la Iglesia, es aquí donde tenemos la máxima experiencia de la comunión con Cristo y entre nosotros que es la esencia misma de la Iglesia. A nivel de signo la Iglesia nunca se parece tanto a sí misma en cuanto pueblo, cuerpo, familia, esposa, templo... como cuando celebra la Eucaristía. Pero nunca posee con tanta intensidad a Cristo y su Espíritu como cuando celebra el misterio eucarístico. Por eso, una Iglesia eucarística debe hacer resplandecer las notas de la Iglesia: unidad y santidad, apostolicidad y catolicidad.

La Eucaristía, revela a la Iglesia como nueva humanidad, renovada por Cristo y por su Espíritu. El compromiso de vivir según el Evangelio proclamado es el signo de una ‘humanización evangélica’. El cristiano que participa en la Eucaristía es hecho partícipe del misterio del Crucificado resucitado, es decir, de aquel misterio que está en el centro de nuestra fe y de nuestra vida.

Juan Pablo II ha escrito: la Eucaristía es la celebración sacramental del anonadamiento voluntario grato al Padre y glorificado con la resurrección. El cristiano aprende a ser en la oblación de sí y en el amor hacia los hermanos ‘eucaristía para el mundo’, así como Cristo ha sido y es siempre en la celebración de la Misa, Eucaristía para el Padre y para la humanidad (cfr. Dominicae Coenae n. 6).

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