lunes, 17 de noviembre de 2008

CLAUSURA DE LA ASAMBLEA ESPECIAL DE CURIA GENERALICIA MADRE MARÍA SARA

Nada en el universo está terminado. Tenemos que decir que como el día de ayer no existía hoy, las tareas realizadas en la Asamblea Especial no existían antes. Y están, pero aún no terminadas. Así en la cotidianidad de Nazaret la Palabra echa sus raíces y en la cotidianidad de la Congregación la vida echa también sus raíces. Raíces que a mayor profundidad, mayor fortaleza y crecimiento del gran árbol.

Por eso la Pregunta: ¿De dónde la sabiduría y la gracia en lo cotidiano?¿De cuál gracia y sabiduría se trataba en realidad? Lo que aprendió Jesús de la tradición, de la sabiduría popular, de las escrituras, de las promesas de Dios y de las esperanzas populares, lo vemos en lo que hace y dice en la vida pública. Esas largas y pausadas décadas fueron una lenta escuela de escucha y de obediencia a la gran tradición con todas sus exigencias y matices; una escuela recíproca entre Madre e Hijo, para transmitir o para repensar, para interpretar y permanecer capaces de libertad y de flexibilidad.

Esa es nuestra escuela ¡Qué bella escuela! La excepcional maternidad de María esculpió en Jesús su concepción de la imagen de Dios y el canto del magníficat conserva toda la sustancia. Pero también en todas las parábolas, el lenguaje los gestos y las opciones del Hijo deja ver que la imagen del Padre es la misericordia y la ternura.

En la oscuridad y el silencio, en la vida cotidiana más común, en las relaciones normales, típicas de cada pueblo, se ha modelado la personalidad de hombre maduro de Jesús en conformidad con lo que los padres le han sabido trasmitir, le han enseñado viviendo, han celebrado juntos, con todos.

La cohabitación fraterna de Jesús en Nazaret podría parecer un simple pasaje, aunque largo, hacia la plena revelación de Jesús en toda su fuerza, pero es ahí donde vemos la más auténtica irradiación de la presencia de Dios entre nosotros: activa, escondida, fraterna, religiosa, pasta humana de nuestra pasta humana.

Cuántas cosas podríamos decir “Jesús en Nazaret es Jesús de Nazaret, en la realidad en el sacramento de su pura presencia salvífica en medio de los hombres[1]
. De ahí que la obra de la encarnación es irradiación fraterna de la presencia salvífica.

¿Qué pasará queridas hermanas si tratamos de recuperar con tenacidad, con palabras y obras, el “largo momento-Nazaret de la Encarnación de Dios entre los hombres, a fin de que la divina proporción de la misión del Hijo recobre su integridad en nuestra tarea de evangelización?

Esta forma evangélica de la memoria del Hijo en Nazaret y en la Eucaristía fue en la que se ejercitó y vivió la Madre Sara con María Santísima la verdadera Madre y discípula en la cotidianidad tan radical y la compañía de vida, de sentimientos y de experiencia.

Creo que esta Asamblea Especial nos deja el gran gusto de esa vida, de esa memoria; en la sencillez, la celebración, la oración, la alegría, la fraternidad, el espíritu de pobreza en la donación, por el camino ordinario, no queriendo nada más.

Hacernos expertas en vigilia viviendo despiertas y expectantes fieles a la misión de estar alerta (Mc, 13-24). Deslumbradas por la gratuidad de Dios, “No poniendo los ojos en los propios méritos, esfuerzos o trabajos, permitiendo que Dios nos sorprenda con su amor desmedido y nos llene de ese amor que escapa a nuestros merecimientos. “Nazareth es la tierra sembrada de semilla destinada a dar fruto (Cf Mc. 4 3-9). Existen brotes de vida que la mirada del Padre descubre (Cf. Mc. 13,28).

Confiadas en que la Palabra hace su trabajo pues nos dice el Segundo Isaías: “Como la lluvia y la nieve caen del cielo y solo vuelven allí después de haber empapado la tierra de haberla fecundado y hecho germinar (…) así será la palabra que sale de mi boca: no volverá a mí de vacío, sino que cumplirá mi voluntad y llevará a cargo m i encargo” (Is. 55, 10-11).

Además, sabemos que la buena marcha de la Congregación no depende solamente de la vida espiritual sino que la “casa” del mundo está también confiada a nuestro talento, habilidad, competencia y trabajo por lo que nos concierne actuar con inteligencia, responsabilizarnos de lo recibido y emplearlo con cabeza y corazón.

Cellamos esta Asamblea con la visita del Señor a la Congregación la noticia sorpresiva de la gozosa pascua de nuestra muy amada Hermana María Benigna Osorio Betancour en Guayaquil.

¡Gloria a Dios por siempre!


[1]
P.A.SEQUERI, La cristología, 84

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