sábado, 17 de mayo de 2008

PEQUEÑEZ Y GRANDEZA


Ser pequeño es construir sobre base sólida. “Yo os aseguro: el que no reciba el Reino de Dios como niño, no entrará en él” (Mc 10,15)... “yo os aseguro: si no cambiáis y hacéis como los niños, no entrareis en el Reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ese es el mayor en el Reino de los cielos” (Mt 18,3-4).

Entonces, para nosotros surge la pregunta: ¿Qué debemos hacer, cómo podemos volver a ser niños, cómo ser pequeños? Volvamos nuestra mirada a Nazareth. Su nombre no aparece en el A.T. No tiene buena fama porque de ella no salió ningún profeta (Jn 7,52) y los judíos solían decir: “¿Puede salir algo bueno de Nazareth?” (Jn 1,46).

Pero, después de Jerusalén, tienen el primer lugar en la historia de la Redención, Nazareth porque aquí el Verbo Divino se encarnó y Belén porque allí nació. En Nazareth pasó gran parte de su niñez, su adolescencia, su juventud y llegó al comienzo de la edad madura, puesto que vivió allí hasta los 30 años de edad menos el corto tiempo que estuvo desterrado en Egipto y unos dos años en Belén.

Durante todo ese tiempo, Jesús casi no tuvo más trato que con María, su Madre y con José, su padre adoptivo. El Evangelio dice que “Jesús crecía en edad, en gracia y sabiduría” (Lc 2,52), es decir que a medida que pasaban los años manifestaba más sus encantos y los tesoros de su sabiduría.

Pero siempre procuraba que su saber no causara extrañeza ni fuera del todo desproporcionada a su edad. Jesús-Niño, Jesús-Adolescente, Jesús-Joven, Jesús-Varonil. En todo se mostró perfecta y normalmente humano, no se adelantó a su edad y fue manifestando lo que a cada periodo correspondía. Sin embargo no se portaba lo mismo con los extraños que en la intimidad de su hogar. María y José sabían que Jesús era Dios y nada podía sorprenderles. Cuando predicó en Nazareth, durante su vida pública, todos se extrañaron y se preguntaban: ¿Dónde aprendió este tanta sabiduría, si no ha estudiado con ningún Rabbí, si todos sabemos que es hijo de José, el carpintero, y de María, y conocemos a sus demás familiares? (Mt 13,54).

La Congregación quiere ser “Un homenaje vivo a la Vida Oculta de Jesús en Nazareth y en el Sagrario” y por lo mismo deben resplandecer en las hermanas las virtudes propias de la Sagrada Familia: Humildad profunda enmarcada de una gran sencillez, con ausencia de toda ostentación y boato mundanos... (Const I,4).

Nazareth que fue el hogar modelo de toda santidad y perfección donde el Verbo Encarnado enseñó al mundo todas las virtudes con su vida Oculta y sencilla de 30 años de trabajo y sumisión por la gloria de su Padre y la salvación de los hombres; donde la Santísima Virgen Reina y Señora del cielo y de la tierra, Madre de Dios y de los hombres, se consagró como Esclava del Señor al cumplimiento de todas las voluntades divinas por la redención del mundo.

El espíritu de Nazareth es el de la humilde vida de Jesús. María y José en Nazareth donde se forjó la redención del mundo, y como un homenaje a la vida oculta que ellos llevaron en la tierra por la gloria del Padre Celestial en su vida de humildad, pobreza, sencillez laboriosidad amor a Dios y del prójimo, sin ostentación ni brillo a los ojos del mundo sino solo para complacer al Señor (EMF).

En la vida de las hermanas debe brillar ese conjunto de virtudes ocultas que sin brillo ni apariencia humanas resplandecieron en la casita de Nazareth e hicieron la complacencia del Padre Celestial. Un homenaje oculto a Jesús en el Sagrario y en Nazareth debe ser la vida de cada Nazarena; una vida que no es otra que la prolongación del FIAT de María, realizado principalmente en la práctica constante, de la humildad, de la sencillez, de la ayuda mutua, y de una acendrada piedad, que hace que el trabajo no sea más que la exteriorización de ese amor oculto al Señor, que late en el interior de los corazones (EPH).

El magníficat puede llamarse la única ponencia que la dulcísima Virgen María ofreció al mundo... Enseñanza que nos dio de agradecer a Dios los dones sublimes con que la enriqueció y elevó sobre todas las criaturas y de ocultarse Ella misma glorificando “al Todopoderoso que miró la bajeza de su Esclava e hizo en Ella cosas grandes” (EMF).

Jamás hermanas mías nos sintamos humilladas o rebajadas de nuestra pequeñez Nazarena pues precisamente ese es nuestro timbre de grandeza y lo propio de nuestra vocación: que brillen y deslumbren por sus grandes obras otras instituciones que ocupen los primeros puestos en la opinión humana; pero nosotras seamos como los niños las más pequeñas y las ultimas en la gran familia de Dios que nos mirará y distinguirá como las mas necesitadas de su paternal amor...miremos en todo momento próspero o adverso a nuestros modelos: Jesús, María y José no el cielo glorificados sino en la tierra ocultos y olvidados del mundo pero apreciados del Padre Celestial por esa misma pequeñez (EMF).

“Vuestra vida está escondida con Cristo en Dios” (Col 3,3).

Se dice que de todas las virtudes, la humildad es la única que no se mira ni se reconoce a sí misma porque el que se cree humilde es soberbio. Cuando la Virgen María dice que Dios ha mirado su humildad, no habla de la virtud de su humildad sino de la bajeza de su abyección. Humildad no es ignorar las gracias y virtudes que Dios nos ha dado sino reconocer sus dones y por medio de ellos darnos cuenta de nuestra nada y nuestro pecado.

San Bernardo dice que hay dos clases de humildad. La primera es hija de la verdad. Se basa en el conocimiento, es fría sin calor. Por esta conocemos que nada somos y lo experimentamos en nosotros mismos por nuestra propia miseria y fragilidad. La segunda es hija de la caridad se basa en el afecto y nos inflama. Por esta despreciamos la gloria del mundo “Cristo a pesar de su condición divina no hizo alarde de su Categoría de Dios, al contrario se anonadó a sí mismo y tomó la condición de esclavo pasando por uno de tantos y así actuando como un hombre cualquiera se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz. Por lo cual Dios le exaltó y le otorgó el Nombre que está sobre todo nombre” (Flp 2, 6-10).

Jesús se ocultó y se escondió cuando lo buscaban para elevarlo a la gloria de Rey, pero cuando lo buscaron para crucificarlo y para sumirlo en un abismo de oprobios y de ignominias, en vez de esconderse se ofreció voluntariamente.

El gozo más grande que hay en el mundo es que Dios existe. Un Dios eterno, inmutable, santísimo, infinitamente feliz, la Bondad por esencia. “Yo soy EL QUE ES”, el ser por excelencia, el ser que no fue hecho sino que es por sí mismo; ni empezó a ser ni dejará de ser; el Ser que ha dado el ser a todos los seres creados.

Entonces, ¿Quién soy yo? ¿Quién soy en el mar infinito del amor de Dios? ¿Quién soy yo en el incesante correr de los siglos, en la inmensa geografía humana? ¿Quién soy en el vasto espacio del mundo? Realmente soy un ser insignificante, casi “un nadie”. Soy criatura, no soy un ser por derecho, sino solo de hecho bajo una dependencia absoluta de mi Creador. Todas las elecciones decisivas y fundamentales fueron hechas por El. Lo poco que soy, no me lo he dado yo, lo tengo prestado, es de Dios. El me lo dio todo y todo lo escogió El. Entonces: “Yo soy de Dios””Soy por Dios” “Yo estoy sometida a Dios” “Yo estoy con Dios” “Yo soy para Dios”.

Así que nuestra pequeñez es infinita. Porque ser criatura es algo prestado, precario, endeble. Es no existir sino a condición de ser sostenido a cada instante por el Creador.

Dijo el Señor a Santa Catalina de Siena, “Yo soy EL QUE ES, tú eres LA QUE NO ES”. Es decir que comparados con EL SER DIVINO, todas las criaturas son como si no fueran, son NADA, Mi ser es como nada ante Ti Sal. 38,6.

Pero de pronto la criatura se engrandece... ¿no es semejante al hijo de Dios?...Así como el Hijo de Dios no es sino una relación a su Divino Padre, así la criatura, toda ella no es sino una relación a Dios. Es toda de Dios. Y de estas relaciones conscientes entre Dios y nosotros nacen: la docilidad, la gratitud, la sumisión, el respeto y el amor a Dios.

Nuestra pequeñez misma es nuestra gloria. Todo lo recibimos de Dios. No existimos sino con relación a El. Trabajamos con El y para El. Cumplimos su voluntad. Aquí está toda nuestra nobleza. ¡Ocultos a los ojos del mundo! ¡Grandes para Dios!

¡Madre del Amor! Llévanos hacia esa Hermosura Divina, únenos más a ella, imprime en nuestros corazones la humildad de tu Hijo, la de José y la tuya propia para que podamos ser en verdad ese homenaje vivo a la vida oculta de Jesús en Nazareth y en el Sagrario.

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EL SAGRARIO

Es la presencia de Dios quien convierte a un lugar a una cosa en santo y sagrado. Horeb la montaña de Dios, tierra pisada por Moisés no era santa antes de la revelación de Yahveh.

El pueblo de Israel guardaba en un cofre de oro lo más santo que tenía: las Tablas de la ley, un poco de Maná y la Vara de Aarón (Hb 9,4). Eran símbolos de lo sagrado. En el NuevoTestamento ya no guardamos en el Sagrario unos símbolos de algo sagrado, sino algo divino: Jesús bajo el signo sacramental del Pan.

En nuestra Iglesia existen Sagrarios, precisamente porque creemos que Jesús está presente en la Hostia Consagrada. Lo adoramos en el Santísimo Sacramento.

“La Eucaristía es un Sacramento de fe”. Cristo Señor está presente en el Sacramento de la Eucaristía por la transubstanciación que es el misterio de Jesús escondido, más escondido que en el seno de su Madre, más escondido que en la barca de los apóstoles, más escondido aún que en el sepulcro. Es el misterio de su amor, del amor que lo hizo inventar el milagro del altar; del amor que venciendo las leyes de la naturaleza dejó los accidentes separados de su propia sustancia para cubrir su sustancia divina. “Presencia VERDADERA, REAL Y SUSTANCIAL”.

Es en el Sacrificio de la Misa en donde Cristo se hace Sacramentalmente presente “Esto es mi Cuerpo” “Esta es mi Sangre” “Haced esto en memoria mía”. (Lc 22,19-20).

La Santa Misa es Eterna. En ella vivimos todo el poema de la Salvación que abarca cielo y tierra. La misa del altar pasa; aunque teniendo en cuenta las diversas latitudes, se continúa sin interrupción en otros altares. La misa del corazón no pasa dura siempre. Así como el sacrificio del calvario duró solamente unas tres horas; pero el Sacrificio Intimo de Jesús duró treinta y tres años. Los dos sacrificios los quiso perpetuar en la tierra.
Podemos entonces descubrir en la Vida de Jesús Eucaristía tres etapas, tres manifestaciones elocuentes, tres ascensiones en que su amor se acrecentó hasta amarnos sin medida.

· El Sagrario (permanencia sacramental Divinidad-Humanidad)
· El Altar (Renovación del Sacrificio, actualización de la salvación que El nos
ofrece).
· El Corazón

Podría decir que la presencia de Jesús Eucaristía en el Sagrario es como una prolongación de la Santa Misa en cuánto a la permanencia Sacramental.
En el Sagrario es nuestro Compañero, en el Altar nuestra Víctima y en el Corazón nuestra Vida. Así lo vemos. Su presencia perpetúa su inmolación constante, su donación total.

La comunión Sacramental nos une a Cristo de una manera tan íntima que no acabamos de comprender. Jesús viene a unirse a la persona con una unión vital, viene a infundirle su propia vida; en esos momentos ella puede exclamar: “Ya no vivo yo, Cristo es quien vive en mí” “Soy Sagrario”. El en Persona está en mí. Aún cuando después de más o menos tiempo, desaparezca la presencia eucarística; sin embargo su acción, su influjo vital, su acción vivificadora se prolonga y perdura. Puedo alegrarme y regocijarme porque me voy haciendo Cristo.

El Sagrario es el corazón de Jesucristo, es el lugar de la permanencia sacramental. Es el lugar de encuentro, de comunión. En el "Sagrario inerte", la Presencia Eucarística de Jesús no actúa eficazmente en sí, yace inactiva pero en el "Sagrario Vivo" el efecto espiritual está en relación directa con la fe y la apertura hacia el hermano.

La acción es siempre vivificante y transformante. Comer el Cuerpo de Cristo es hacernos más Jesús, es llegar a la imagen perfecta de Jesús cada día. Es el contacto íntimo de comunión que al recibir el Cuerpo y la Sangre de Cristo, sentimos que todo nuestro ser se enajena y transfigura, porque una nueva vida, la misma vida divina de Cristo se transfunde en nuestra alma.

El alma de Cristo penetra la nuestra y la agranda inmensamente y mientras duran las especies sacramentales vivimos en una intimidad tal que sobrepuja toda unión terrestre; cuando desaparecen las especies y Cristo no está corporalmente presente, permanecen para unirnos con El por medio de la fe, esperanza y caridad. Así el contacto con la Eucaristía resulta permanente. El nos absorbe.

"El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna" (Jn 6, 54).
“Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida" (Jn 6,55. "Tal como el Padre vive, y yo vivo del Padre así el que come, vivirá por mí..." (Jn 6,57). La vida divina vertiéndose sobre el que se acerca a la sagrada Eucaristía.

¿Puede haber algo más íntimo que participar de la vida misma de Cristo? ¿Puede haber algo más alto y más sublime que participar de la misma vida de Dios, que del Padre se ha volcado sobre el Hijo y del Hijo ahora se vuelca sobre nosotros, cuando comulgamos en el Altar de Dios?

Cuando comulgamos no solo comulgamos el Cuerpo de Jesús Salvador sino su Cuerpo místico entero, su cuerpo total, es decir todos sus hermanos los hombres, los de la tierra y los del cielo: el universo.

Cuando no acogemos a Cristo entero y nos retraemos o abstenemos de realizar la unión completa ofrecida por el Señor, nos hacemos unos subalimentados (espiritualmente) que no gozamos y manifestamos una relación vital con el Señor. En lógica consecuencia todos los comulgantes deberíamos ser santos. Con múltiples variaciones todos deberíamos irradiar a Cristo.

¡María, Primer Sagrario Viviente! Tabernáculo en que Cristo se revistió de nuestra naturaleza y se albergó por nueve meses, ¡Casa de la Hermosura!, enséñanos a comulgar, alcánzanos penetrar en ese tabernáculo de gloria en donde lo humano y lo divino se encuentran en ese abrazo que nunca podrá deshacerse...

Ahora bien. ¿Cómo relacionar a Cristo en el Sagrario con la presencia del Señor en la Biblia? Cristo dentro del Sagrario cerrado y Cristo en la Biblia que espera ser leída. El Jesús del evangelio es el mismo del Sagrario “La Palabra se hizo carne y puso su morada entre nosotros y hemos contemplado su gloria que recibe del Padre como Hijo Unico” (Jn 1,14).

El Jesús del Evangelio:

· Es el mismo de Belén envuelto en los pañales de la Hostia que lo cubren, lo retienen, lo aprisionan. Aparece débil, impotente y silencioso en el Sagrario. Como tiene hambre y sed de amor te habla con el lenguaje de la cuna.
· El de Nazareth, el Niño, el joven Obrero, esa casita, ese taller, ese santuario de oración no ha cambiado sino de dimensiones y de nombre “Sagrario”. Es la misma morada, más pequeña, más humilde del Rey del Amor. Y allí vive hace 20 siglos para interceder por nosotros.
· Bethania es el Sagrario, la casa de la amistad donde podemos descansar a los pies de Jesús y derramar nuestro corazón en el suyo. Allí es dónde Jesús descansa y espera encontrar corazones amigos donde desahogar sus más íntimas confidencias. “Bethania Eucarística”
· El mismo Jesús junto al pozo de Jacob sediento de almas pecadoras “Tengo Sed” ¡Dame de beber!”. Jesús Hostia ha sabido despertar otra sed insaciable, la de amarlo sin medida...
· El Sagrario también reproduce las horas sombrías de lucha, de ultrajes, de agonía, ante sus enemigos que no se desarman ni se cansan. De manera que el Sagrario Eucarístico se convierte a veces en el calabozo de la noche del Jueves Santo, cuando Jesús fue entregado a la soldadesca ebria de vino y de odio. Jesús Rey prisionero, encadenado por su amor.
· Entre las horas de agonía y de tinieblas, ninguna quizá tan cruel como la de Gethsemaní; allá en el Jardín de los Olivos, y aquí, muy cerca de nosotros, en el fondo de los Sagrarios. En uno y en otro, la misma visión del pecado, el mismo cáliz de ingratitud, la misma actividad de los traidores, la misma audacia de los verdugos.

La palabra humana-divina de la Escritura y la persona humano-divina de Jesucristo son una sola cosa, el único lugar donde Dios y hombre se encuentran.

“Comer el Verbo bajo la especie de la Palabra” ( Orígenes ). Y “Comer el Verbo bajo la especie Sacramental”.

En la Eucaristía doble banquete: mensa Verbi et mensa Sacramenti.

El Sagrario nos habla del silencio de Cristo, de un Dios que calla; la historia humana tiene tantos silencios de Dios, sin embargo también podemos decir que nuestra historia es un Sagrario por su Encarnación ( Consagración sustantiva ) y Permanencia Eucarística. Cristo, preexistente y eterno en cuánto Dios, quiso asumir en el tiempo la naturaleza humana, haciéndose de verdad Hombre con los hombres.
La Encarnación históricamente supuso asumir una carne de pecado (Rm 8,3) y hacerse pecado por nosotros (2 Cor 5,21). Pero, a la vez, supone una intrínseca Consagración de esa realidad profana asumida por la Persona del Verbo. Desde ese momento la naturaleza humana de Cristo, sin confundirse nunca con su naturaleza divina y sin perder su índole propia de creatura, quedó transida de divinidad, ungida y consagrada por la unión hipostática.

De Jesús, el Cristo Salvador glorificado, brotará la salvación para todos los pueblos, los de antes de su venida y después de su venida, porque "de su plenitud todos hemos recibido" ( Jn 1,16 ). "Cristo centro de toda historia".
¡Anonadado por Amor! ¡Compañero silencioso de camino! ¡Gloria a Ti por siempre!

Madre amadísima, condúceme a la mesa de la Palabra, a la mesa de la Eucaristía y a la mesa de la vida, al amor por mis hermanos.

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jueves, 15 de mayo de 2008

JESÚS DE NAZARET Y DEL SAGRARIO

No hay dos Jesucristos,
que tan solo es uno.
El que vive oculto en el Sagrario
Y el que vive en el cielo glorioso.

Con el Evangelio por compañero
Y la Inmaculada por guía
Lo buscamos oculto
Porque ¡Se esconde! sí, ¡se esconde!

¡Qué misterio!
Escondido tras la carne y los huesos
y el alma y la debilidad de un hombre.
Tan solo en fugaces horas dejó ver su resplandor:
en la Transfiguración y la Resurrección.

¡El escondido del seno del Padre!
y ¡Hombre-Dios!
¡Maravillosamente escondido
tras los accidentes de pan y de vino!

¡Encerrado en el Sagrario!
Perpetuamente callado
indefinidamente multiplicado
misteriosamente pequeño.

¡Oculto por amor!
En su Corazón escondidos
los tesoros de la ciencia
y sabiduría de Dios.

Corazón de Jesús ¡Vivo en el Sagrario!
Fuente de agua viva que mana y corre,
sol que irradia luz, calor y vida,
¡Eres tan dulce como verdadero!

Con Tomas de Aquino
te adoro devotamente,
oculta Divinidad,
porque quien te contempla con fe,
de amor se extasía.

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