Me he dedicado a reflexionar sobre el documento de la Iglesia
117 de Juan Pablo II “La Misión del Redentor” y resuena en mi alma ese fuego
ese coraje con que la Madre Sarita impregna sus escritos sintiendo la misión
que ciertamente se refería a la misión ad gentes.
Siento que el llamamiento a esta misión ad Gentes es de almas privilegiadas y
Uds. han sido privilegiadas con este don del Señor.
La Misión "Ad Gentes" es un trabajo específicamente consagrado a la evangelización, en los pueblos que aún no conocen a Dios. ¿Qué significa missio ad gentes? Se resume sólo en tres palabras griegas: kerygma, diakonia y koinonia.
La Misión "Ad Gentes" es un trabajo específicamente consagrado a la evangelización, en los pueblos que aún no conocen a Dios. ¿Qué significa missio ad gentes? Se resume sólo en tres palabras griegas: kerygma, diakonia y koinonia.
Kerygma quiere decir compartir la Buena Nueva de nuestro Señor Jesucristo
“a tiempo y a destiempo” (2Tm 4,2). Diakonia quiere decir solidarizarse
con todo el que sufre, preferentemente con los más pobres marginados por la
sociedad. Koinonia significa reunirnos de modo que nuestra comunión de
creyentes haga prever y pregustar la Paz del Reino de Dios.
Uds. han aprendido a acompañar con gozo a ese pueblo en RCA.
Las he pensado muchísimo sobre todo ahora en este tiempo complejo marcado por los conflictos de toma del poder que parecen tener su causa en situaciones de carácter económico y político. Comprendo bien su angustia pero también su empeño misionero y entrega que admiro de verdad y doy rendidas gracias a Dios.
Uds. han mostrado disponibilidad para la acogida y el diálogo que
les implica esa disponibilidad radical para salir de si mismas,
superando cualquier encerramiento egoísta, para ir al encuentro del otro. Ha
sido el encuentro con el más necesitado, con el más pobre, el enfermo, el pecador. Creo
que eso es encontrarse con el rostro de Cristo al que toda
persona llamada está dispuesta a servir.
Uds. han aprendido a valorar la realidad cultural de esos pueblos y
grupos sociales. Sigan suscitando un amor apasionado a la cultura y a la
vida de los que se les han confiado, más allá de las propias y
reducidas fronteras. Profundicen sigan conociendo cada vez mejor la
cultura y el modo de ser o de decir es el presupuesto para que otras
y otros jóvenes entregue su vida al servicio de la Evangelización de la
cultura y de la inculturación de la fe. Sigan amando “pacientemente” a sus
hermanos y hermanas.
Su testimonio vital de misioneras es un verdadero icono de Dios, que
es rico en piedad, con una paciencia “infinita”.
Contemplen a este Dios al Dios paciente que sabe esperar y está cierto que
“la hierba también crece en la noche”. Vale la pena traer a nuestra
consideración el trabajo escondido y “estéril” de tantos y tantos misioneros
que gastan toda su vida en países y culturas donde no es posible visualizar el
rostro de Dios. Años sin aparentes frutos, sin conversiones. Ni siquiera pueden
practicar el ejercicio de la caridad porque es mal entendido como una forma
indirecta de predicación del Evangelio.
Siéntanse llamadas a esta tarea de la Iglesia no se olviden
que han de aprender todos los días a trabajar para el futuro, para la
eternidad, sin esperar gratificaciones, aunque deban agradecerlas cuando
lleguen.
Las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada son un signo
seguro de la vitalidad de una Iglesia” (La misión del Redentor, 79). Por eso,
mis queridas Hermanas, gran confianza en el dueño de la mies y
trabajo serio por las vocaciones. El fortalecimiento a la misión y su expansión
en el Continente es importante y urgente.
Misioneritas fundamentalmente con un corazón tan generoso que es
“escándalo” y “locura” para su entorno social y familiar y por qué no decirlo
en su entorno inclusive algunas veces Congregacional.
El fundador de los misioneros Combonianos, san Daniel Comboni, decía que quería
un misionero de “rodillas robustas”. Persona de oración, pero no porque esta
sea la garantía segura de la perseverancia, sino como fruto y expresión de su
convicción de pertenencia. La disponibilidad del misionero/a para “ir de un
lado para otro” no es una simple opción obediencial, sino la certeza de saberse
instrumento en manos de quien dirige la Historia de la salvación. Por eso se
suele decir que el misionero/a vive hondamente la obediencia rebelde de los
santos.
La esperanza cristiana nos sostiene en nuestro compromiso a
fondo para la Nueva Evangelización y para la misión universal, y nos lleva a
pedir como Jesús nos ha enseñado: “Venga a nosotros Tu Reino”; “Hágase Tu
Voluntad, así en la tierra, como en el cielo” (Mt 6,10).
Nos fortalece nuestra adoración cotidiana delante del Sagrario,
de todos los Sagrarios de Nazareth en comunión no solo con nuestra Hermanas de
Congregación sino con todos los adoradores en todo el mundo. Jamás se sientan
solas y menos abatidas. El amor de predilección con que fueron elegidas para la
misión las renueve y las confirme.
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