sábado, 24 de mayo de 2008

NUCLEOS PROBLEMÁTICOS (3)

3. ¿Qué criterios claros podemos establecer hoy con respecto a la expresividad afectiva entre las Hermanas, con la familia y con los seglares?

La afectividad una línea de expresión necesaria y al igual que cualquier forma de vida requiere cultivo. Siento que este es un punto bastante amplio y un tanto complejo ya que la afectividad es una realidad conflictiva y pluriforme, es una de las áreas privilegiadas donde el conflicto humano se manifiesta más fuertemente. Es pluriforme porque puede adoptar muchas modalidades, enrutarse por diferentes rumbos.

La consagración atraviesa todo el proceso de relación y emoción de la persona, identificando una manera propia de establecer vínculos afectivos y formas de expresión, tanto en las relaciones fraternas en el ámbito interno de la vida comunitaria como las amistades de fuera y en relación a la familia, desde el ser hombre/mujer. En ella pueden darse las más sublimes manifestaciones de donación y desprendimiento, junto con las situaciones equívocas o incluso compromisos abiertamente negativos.


Pienso que en la Vida religiosa es esencial:

  • El cultivo del amor fraterno en el ámbito de la convivencia comunitaria

  • El cultivo de la amistad que transforma el amor en fuente de bendición para sí y para los hermano/as.

  • Saber poner a disposición del reino inaugurado por Jesús todas las posibilidades personales de amor y servicio.

  • Aprender a abrirse a una dimensión del amor que ya no se limita al círculo familiar, sino que sin excluirlos se expande a la fraternidad de los hermano/as de consagración y le hace libre para la misión.

  • Las opciones pastorales están marcadas por la afectividad y deben ser formas concretas de amar, inspiradas en el contenido del amor del Padre y por el modelo de las elecciones y la fidelidad de Jesús.

  • No perder de vista la dimensión de proceso que tiene la afectividad, ya que ella está presente en toda la historia de cada vida consagrada.

  • Hacer un camino de libertad interior que continuamente se libera y se construye
    · por la sana confianza de sí
    · la correcta percepción de sí y de la realidad
    · la autonomía y la capacidad de sentido
    · la capacidad de soledad del corazón.

    A. ¿De qué modo es deseable que la mujer consagrada integre sus sentimientos propiamente femeninos: Deseo de pertenecer, deseo de agradar, deseo de dar vida, en el servicio al Reino de Dios?

    El amor humano se espiritualiza por la alteridad, por la salida de sí mismo y donación al otro. La mujer como todo ser humano se realiza por la auto posesión, pero también en la relación; por la interioridad de experimentarse como diferente y por la exterioridad de ser llamada a la comunión.

    Lo femenino es vivido en las tres dimensiones de compañera, esposa y madre.

    La mujer es compañera en la vida de la Iglesia por la perspectiva particular de interpretar la Palabra de Dios y de vivir la espiritualidad. La mujer tiene su manera de escuchar y de entender la Palabra. Ella la interioriza de un modo propio engendrando una forma específica de espiritualidad y fecunda desde ahí su manera de pensar teológicamente la fe. Ella sabe descubrir el rostro materno de Dios, de la Creación, de la Historia, de la Iglesia. La mujer contribuye desde su alteridad para la lectura de la Palabra de Dios.

    Carlos Mesters dice que cuánto más la mujer se descubra y tome conciencia de su condición, tiene una luz nueva que saca del texto cosas que la otra mirada, la del hombre no percibe. Milton Schwantes, pastor luterano, piensa que los hombres tienen una tendencia a generalizar, la mujer tiene más sensibilidad.

    Hay también una manera diferente de vivir la espiritualidad en cuanto que la mujer se deja trabajar por el Espíritu Santo. Tiene una manera propia de experimentar a Dios, tiene una manera propia de actuar. La mujer no separa cabeza y corazón, sensibilidad y razón. Hay muchas mujeres que son dotadas de una intuición profunda sobre la vida humana, capaces de aconsejar, de intuír dificultades, de expresarla, de confortar, de proponer salidas, de confirmar la fe de muchos.

    Hay una espiritualidad diferente en la mujer del Cap. 12 de Juan, que interrumpe el banquete y no mide riesgos ni desprecios; también en la acción de la viuda tres veces pobre, por desamparada en una sociedad machista, por ser mujer y por no tener recursos económicos, pero que busca en Dios toda su riqueza. Lc 21.

    La mujer sabe encontrar fuerzas dentro de sí para esperar contra toda esperanza.

    La mujer, compañera en la acción pastoral, cuando como persona consagrada participa de proyectos de la Iglesia, parroquiales o en obras propias del Instituto. Sigue siendo siempre una mujer que tiene aportes que le son propios.

    Delante de algunas puertas cerradas para la mujer en la Iglesia, queda siempre abierta la puerta del profetismo. María y otras mujeres enseñan en la historia de la Iglesia la participación femenina en la obra de la Salvación.

    La mujer no se realiza en la pura conciencia de su alteridad. Como todo ser humano -también el varón- ella está llamada a vivir en la comunión, a ser esposa.

    El amor esponsal incorpora en una única realidad los amores que han llegado de fuentes diferentes. La mujer tiene una identidad propia. Una “inseidad” metafísica que la constituye como persona. Pero el dinamismo de la persona implica también el llamado para crear una nueva unidad, un nosotros, una comunión.

    Si el carácter esponsalicio reside fundamentalmente en el amor fecundo que une, pero también recrea nuevas vidas, este carácter, puede ser atribuido también a la virginidad, que es un profundo amor unitivo con su propia fecundidad en el orden espiritual. La relación sexual del hombre y la mujer no agota la unidad esponsal. Ahí se encuentra toda la posibilidad humana de hablar de una analogía entre la pareja y el misterio de Cristo y de la Iglesia.

    La fecundidad en el caso de la mujer se expresa por la “maternidad”. La maternidad es uno de los símbolos humanos más perfectos de la Trinidad. Toda madre desea por el momento de tener al hijo fuera, pero para abrazarlo con tanta ternura como para colocarlo de nuevo dentro de sí misma; dos momentos de la alteridad, distinción madre/hijo, y de la comunión. Expresa el proceso inmanente trinitario de la unidad y pluralidad; del Padre como origen, de Hijo como engendrado, y del Padre y el Hijo en la comunión del Espíritu Santo.

    La maternidad Consagrada como cualidad femenina aparece en el engendrar vida, más rica que en el hecho de la procreación biológica. Tiene una dimensión espiritual que es vivida en la virginidad. Maternidad espiritual que se caracteriza por el amor que protege al flaco, por la auto-donación generosa, por el amor que se irradia. Esta maternidad se aplica a Dios, a Cristo, a María, a la Iglesia.

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viernes, 23 de mayo de 2008

NUCLEOS PROBLEMÁTICOS (2)


2. Los ritmos de trabajo y las exigencias de especialización dejan muy poco tiempo para cualquier estudio que no esté directamente relacionado con el apostolado ¿Qué podemos hacer para que los temas espirituales y de Consagración Religiosa no queden relegados pero tampoco se conviertan en una imposición para las Comunidades Locales?

Creo que la calidad de vida es para el religioso, en primer lugar, enraizamiento de la opción fundamental, discernimiento espiritual, conversión a la interioridad, actualización del seguimiento y testimonio gozoso de fe.

Si la calidad de nuestra V.R. se cifra en el crecimiento en la vida del Espíritu, hemos de llegar a ser hombres /mujeres profundamente espirituales. Este crecimiento implica necesariamente la madurez humana por lo que es importante una integración y armonización entre crecimiento humano y crecimiento espiritual.

Pienso que el discernimiento del SER Y del HACER debe ser permanente en las comunidades y llegar a concentrar los centros de referencia en: crecimiento en la experiencia de Dios, seguimiento de Jesús, fidelidad a las constituciones, esfuerzo ascético. Cuando esto es asumido no se siente como imposición, es más bien una necesidad y la comunidad creará las condiciones, dosificará el tiempo y colaborará para que las hermanas se preparen y puedan dedicarse a los estudios sin detrimento de la vida espiritual.

La necesidad de la formación permanente debe ser sentida por cada hermana, el propio camino de renovación no puede recorrerlo nadie por mí. Existe pues una relación directa entre el compromiso de formación permanente y la actitud de conversión continua. Más sin embargo con frecuencia constatamos en estos años que los religiosos hemos renovado muchas estructuras, pero muchos o algunos no nos hemos renovado personalmente. Es importante conseguir hacer de la comunidad un lugar de formación.

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jueves, 22 de mayo de 2008

NUCLEOS PROBLEMÁTICOS


1. Después de tantas teorías, propagandas y discusiones sobre la Opción por los pobres, ¿Qué debe quedar en firme como aplicación para la Vida Religiosa?

El fundamento último de la Pobreza evangélica radica en lo que constituye lo específicamente cristiano: En Cristo. El signo y la condición de Cristo son condición y signo de la Iglesia: “Como Cristo ha cumplido la redención a través de la pobreza y de las persecuciones, así también la Iglesia está llamada a seguir el mismo camino para comunicar a los hombres los frutos de la salvación” (LG 8).

La opción de Jesús por los pobres marca el camino de la Iglesia “Acercándonos al pobre para acompañarlo y servirlo, hacemos lo que Cristo hizo por nosotros al encarnarse, al hacerse hermano nuestro” “El servicio a los pobres es la medida privilegiada y no excluyente de nuestro seguimiento y de nuestro servicio a Cristo”.

El amor de Jesús por los pobres y oprimidos está condensado en las bienaventuranzas (Lc. 6,20-21).

Vivir la pobreza y hacer opción por los pobres implica una experiencia de fe y una experiencia personal de pobreza afectiva y efectiva, personal y comunitaria. Significa especialmente encarnación y solidaridad en/ con el mundo de los pobres. La opción por los pobres responde a una actitud maternal y afectiva. Es el cariño que está en la esencia de la opción. La capacidad de establecer relación de amistad con ellos. La manera como las mujeres hacen la interpretación de la Palabra que apunta para una escatología de la Tierra Prometida vivida en el presente de las comunidades, es una de las mejores contribuciones de la mujer al movimiento de los pobres.

Para mí en el nuevo modo de acercarme a la realidad me exige un largo camino hacia la construcción de una identidad caracterizada por:

- la humilde aceptación de mí misma
- la entrega de sí
- la aceptación de la dependencia existencial de Otro
- la capacidad de hacer espacio a..... y de “saber esperar”.
- La aceptación de la precariedad del hoy
- La actitud del compartir
- La recuperación de la Interioridad, como retorno a aquella dimensión de esencialidad donde sienta al mismo tiempo el despojo y la libertad.

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miércoles, 21 de mayo de 2008

ACTOS DE CRISTO Y DEL COMULGANTE

Todo cuanto obra Jesucristo por su naturaleza Humana, reviste dos formalidades: formalidad de acto y como tal transitorio, realizado en tal momento histórico y en tal lugar topográfico; y formalidad de misterio, por imputarse este acto a una Persona divina, y como tal es eterno, trasciende el tiempo, trasciende el lugar, y es tan actual ahora como lo era en aquel tiempo, y está tan presente aquí como lo estaba allí. Pasaron todos los actos de Jesús, pasó su orar y su llorar y su resucitar, etc., pero no ha pasado el misterio de su oración, ni de su llorar, ni de su muerte, ni de su resurrección, etc. Luego cuantas veces me pongo por la fe en relación con cualquiera de los detalles de su vida, revive el misterio, de modo que Jesucristo nace cuando yo quiero, llora cuando yo quiero, etc. Jesucristo puede vivir aquí hoy como cuando vivía en Palestina.

Toda la vida de Cristo se acomodaba al fin de la encarnación, que era redimirnos. El primer acto que el Verbo realiza en el mundo es encarnarse y todos los actos de Cristo son realizados con una carne destinada al sacrificio y se ordenan a la muerte; son pasos hacia ella. “Se entregó por nuestros pecados y resucitó por nuestra justificación” (Hb 10,5-9). La función específicamente capital de Cristo es la redención del género humano. Y los actos con los que la ejerce son actos redentores.

“Se ha entregado a sí mismo para nosotros, ofreciéndose a Dios en sacrificio de suave aroma” (Ef 5,2). Este sacrificio es al mismo tiempo un sacrificio de alianza, sacrificio de expiación y sacrificio pascual. Su efecto salvador consiste en la realización de la Nueva Alianza, en la expiación purificadora, santificadora y en la redención.

Según la carta a los Hebreos, tenemos que decir: “la muerte de Cristo, es el sacrificio escatológico, ofrecido una sola vez, para siempre y de manera definitiva, para la eliminación de los pecados en virtud de la fuerza expiadora de su Sangre”. La carta a los Hebreos abarca en una síntesis grandiosa, toda la vida y la acción de Jesús. La muerte de Jesús en la cruz, su sacrificio por la salvación del mundo, sella la conclusión de todos los sacrificios anteriores y su fin.

Nadie tiene un amor más grande que el que da la vida por el que ama (Jn 15,13), como El la dio.

La vida cristiana no es otra cosa que la reproducción de la misma vida de Cristo. Cada cristiano, según su vocación, debe reproducir místicamente en su alma el Misterio Pascual: en la tierra, debe tener su pasión y su muerte, para lograr en el cielo su resurrección. “si sufrimos con El, con El seremos glorificados” (Rm 8,17).

Jesús Hijo de Dios hecho hombre, ha venido a nosotros para darnos la vida y dárnosla en abundancia (Jn 10,10). El es el ejemplo de esta perfección que debemos alcanzar, la imagen perfecta con la que, por “vocación divina”, debemos conformarnos (Rm 8,29), porque en El nos escogió el Padre antes de la fundación del mundo, para ser santos e inmaculados en su presencia, en el amor (Ef 1,4).

Además, Jesucristo es la fuente de esta vida divina que El posee desde la eternidad (Jn 1,4); y su humanidad sagrada, en calidad de órgano e instrumento de la divinidad, es el canal con el que este río de gracia llega a nosotros; nuestra perfección y nuestra santidad consistirá en adherirse a ella; en participar de su vida, de unirnos a su misterio; en someternos dócilmente a su eficacia santificadora. Cada uno de sus misterios, cada una de sus acciones, pensamientos y afectos han de ser para nosotros fuente de vida y de gracia.

Es propio del Hijo reproducir a su Padre. Y nosotros hemos sido predestinados para reproducir esa imagen, y por tanto para ser hijos en el Hijo. El debió hacerse semejante en todo a sus hermanos (Hb 11,17) y por eso sufrió hambre y sed, se fatigó en sus largas jornadas a pie bajo el ardiente sol de Palestina o se entumeció por el frío de sus rigurosos inviernos.

Sufrió sobre todo las penas morales: la incomprensión de sus discípulos, la traición de sus amigos, las calumnias y los insultos de sus enemigos gratuitos, la amargura de las humillaciones y de los fracasos; y su Corazón fue sensible a la amistad, y se conmovió hasta las lágrimas, y se dejó abatir por la tristeza y el hastío... Al encarnarse quiso llevar una vida como la nuestra. Hacer lo que hacemos, sentir lo que sentimos, padecer lo que padecemos. Y no solo que estas acciones nos merecieran la gracia, sino que fueran capaces de producirla a manera de sacramentos de santificación.

Sólo exceptuó el pecado personal y sus consecuencias, por su absoluta incompatibilidad con la dignidad divina; en cambio tomó sobre sí todos nuestros pecados y se hizo responsable de todos ellos.

Somos, pues, hermanos de Jesucristo, no solo porque es hombre como nosotros, no solo porque tenemos la misma sangre que aquí es la “gracia de la adopción filial”, sino porque nuestra unión con El, no es solo moral, afectiva, sino vital: nuestra vida es Cristo (Fil 1,21). Jesucristo, como Dios, es la causa eficiente de la gracia; como hombre es la causa instrumental.

La Encarnación en la mente divina tiene una extensión incalculable. No se reduce a la unión hipostática de la Divinidad con la Humanidad formada por el Espíritu Santo en el seno purísimo de María. La Humanidad de Jesús es como el instrumento para que en cierta forma, este misterio se extienda a todos los fieles. Toda la Humanidad, todo el género humano, está llamado a ser una prolongación de la Humanidad de Jesús, para formar así el Cristo Total.

Así como todos los sacramentos nos dan la gracia santificante, así sucede con cada uno de los misterios de Cristo y con cada uno de los detalles de su vida terrena. No solo merece sino que a su contacto con la fe, produce, obra, hace, realiza en mí lo característico de ese misterio o de ese detalle mínimo de su vida. La humildad de Jesús nos abaja y anonada, su dulzura nos hace dulces, su pureza inefable nos purifica, su mansedumbre nos hace mansos, etc. En Jesucristo encontramos nuestra verdadera personalidad.

Todas las acciones de Cristo son acciones de Cabeza. Jesucristo obraba siempre como lo que era: cabeza del Cuerpo Místico.

En cada momento de su vida, El tenía delante de los ojos a cada uno de los miembros de su Cuerpo. Vivía para la Iglesia y en lugar de la Iglesia. Vivía para cada uno de sus miembros y en lugar de cada uno de sus miembros. Sembraba actos que contenían misterios. En sus actos: El era yo, para que al correr de los siglos fuera cada uno de sus miembros reviviendo los misterios y en cada uno de los misterios nos encontráramos con El. En sus misterios, yo soy El...

Cuando comulgamos no solo comulgamos el Cuerpo de Jesús Salvador sino su Cuerpo Místico entero, su Cuerpo Total es decir todos sus hermanos los hombres, los de la tierra y los del cielo: el universo.

Por Jesucristo la Redención triunfó pero somos nosotros quienes ponemos obstáculo al triunfo cuando no injertamos toda nuestra vida en la ofrenda perfecta del Salvador y no acogemos a Cristo entero para injertarlo en nuestra vida.

María, ¡Madre del Verbo encarnado! ¡Madre del Cristo Total! Enséñanos el camino de unión con Jesús y con los demás miembros; acércanos a la ¡Fuente de toda vida y santidad! Adhiérenos por una fe viva a Jesús y a sus misterios santificadores, a su Pasión, a su Muerte y Resurrección.

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martes, 20 de mayo de 2008

Con mis Hermanas en PREPARACIÓN A PROFESIÓN PERPETUA



Te doy gracias, Señor, porque me has amado,
porque me has sostenido con tu fuerza.
Te doy gracias, Señor,
porque has derramado tu Espíritu Santo en mí,
para que no vacile.

Te doy gracias, ¡Padre Bueno!
porque me has robustecido
frente a los embates y maquinaciones
de los enemigos de mi vocación religiosa
y no has permitido que perdiese el ánimo
ni que desistiese de tu Alianza.

Ante ellos, has hecho de mí
una torre sólida, un muro elevado.
Has establecido en una roca mi edificio.
Y sobre fundamentos eternos mis simientes.
Todos mis muros han sido consolidados
con columnas fuertes, que nada podrá sacudir.

Tú ¡Dios mío!, los has puesto
como una hojarasca
ante el consejo de santidad.

Has hecho estable mi corazón en tu pacto
y mi lengua en tus enseñanzas.
No hay palabras en la boca
del espíritu destructor.

Mi corazón por Ti está tranquilo
con la fuerza de tu verdad.
Aseguras mis pasos en los difíciles senderos
a fin de que yo pueda caminar delante de Ti,
en tu presencia,
por los senderos de tu gloria.

Tú conoces el carácter de tu hija
En Ti me apoyo
busco refugio en tu fuerza
me apoyo en tu Verdad.

En la abundancia de tu ternura espero
y como niña en el seno materno
me abandono amorosamente a tus designios.
Quiero, en el Corazón de mi Madre Santísima
permanecer, bajo el influjo
de las tres Divinas Personas.

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LA EUCARISTIA Y LAS OTRAS PRESENCIAS DE CRISTO


Por la fe sabemos que hay muchas maneras de cómo podemos encontrar a Jesús y gozarnos con su presencia bondadosa.

Ø Por el catecismo sabemos que Jesús, por ser Hijo de Dios, está presente “en el cielo, en la tierra, y en toda parte y lugar”. Es una presencia cósmica.

Ø Jesús está presente en el Pan, los Obispos, los sacerdotes y los diáconos, especialmente cuando celebran los sacramentos o interpretan la Palabra de Dios. Es una presencia Jerárquica.

Ø Jesús dice: “Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy en medio de ellos”. (Mt 18,20). Cuando se reúnen los fieles en la Iglesia, o la familia, la comunidad religiosa para orar, las asociaciones piadosas para cumplir con su finalidad, allí está Jesús. Es su presencia comunitaria.

Ø Jesús dijo: “Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo”. (Mt 28,20b). Es una presencia como más amplia, a pesar de los pecados de los fieles y de la misma Iglesia; es la presencia en los momentos de persecución y de sufrimiento y problemas.

Ø Al hablarnos del juicio final, dice que todo cuanto hicimos con los pobres, los enfermos, los encarcelados, lo hicimos a El (Mt 1 25,40). Es presencia en los que sufren.

Ø Hay una presencia de Jesús en los que están en gracia de Dios. “Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él, y haremos morada en él...”. (Jn 14,23). Es la presencia por la gracia de Dios.

Ø Hay una presencia de Jesús muy viva y eficaz cuando leemos la Santa Biblia. Es la presencia en su Palabra. Primer Sacramento de Dios es su Palabra.

Ø La Eucaristía es la presencia de Jesucristo a través de la Palabra y del gesto sacramental, a través de la comunión fraterna y de la oración.

Ninguna presencia de Jesús puede igualarse sobre la tierra como la PRESENCIA EN EL SANTISIMO SACRAMENTO DEL ALTAR. Por la fe sabemos que hay dos presencias en la totalidad de su ser: en el cielo y sobre el altar.

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lunes, 19 de mayo de 2008

LA EUCARISTIA. ¿DIOS QUE VIENE A NOSOTROS O NOSOTROS QUE VAMOS A EL?


Dios sabe que el hombre se afana por el alimento. Su primera preocupación es asegurarse para mañana porque sino come deja de vivir. El hombre no tiene en sí mismo la vida y necesita sacar constantemente lo que lo mantiene, por eso Dios al pensar en la Vida del hombre la quiso presentar en forma de alimento, de comida de pan.

§ El maná en el desierto (Ex 16,1-36).

¿Qué comerán en el desierto? Es entonces cuando ante una plegaria de Moisés, Dios hace un milagro: Una sustancia misteriosa cae del cielo cada mañana, los hebreos recogen este alimento celestial en cantidad suficiente para cada día y para cada familia porque era imposible y estaba prohibido guardar para el otro día. El maná no cesará de caer hasta que el pueblo elegido haya entrado en la tierra prometida que por sí misma producirá el alimento necesario.

§ El pan ofrecido por el ángel al Profeta Elías (I Re 19,1 - 8).

Elías recibió de Dios una dura misión: resistir ante el rey Acab. Desalentado, agotado, huye y se duerme a la sombra de un arbusto. Le despertó un ángel y le dijo levántate porque te queda todavía mucho camino y le mostró un pan cocido y una vasija de agua. Reconfortado por este alimento venido de cielo Elías reemprende la marcha y anda cuarenta días hasta el monte Horeb.
Cristo mismo, al anunciar el don de la Eucaristía dijo que el maná era figura de ella. El pan traído del cielo y ofrecido al Profeta agotado por el cansancio representa también la Eucaristía porque ella nos da fuerza cuando estamos abatidos.

§ La multiplicación de los panes (Jn 6,1-13).

Una multitud enorme sigue a Jesús hasta una gran llanura en la que no hay nada para alimentar a tanta gente. Sin embargo Jesús dice: tengo compasión de esa muchedumbre porque hace tres días que me siguen y no tienen nada para comer. Si les mando a su casa sin alimento, desfallecerán en el camino.

§ El Cuerpo de Cristo Pan de Vida

El Hijo de Dios al venir entre nosotros se hace pan que da la vida. “Yo soy el pan de la vida” (Jn 6,47). “Yo soy el pan vivo, bajado del cielo” (Jn 6,51). Por eso dicen los judíos danos siempre ese pan.

El Señor viene en la Eucaristía. Nosotros pueblo suyo somos convocados, congregados, llamados, invitados al banquete “Tomad y comed todos de él” “Dichosos los invitados a esta cena”. Celebramos la Eucaristía mientras esperamos la gloriosa venida de Nuestro Señor Jesucristo. (Plegaria Eucarística 3). “Maranatha” (Icor 16,22). “Ven Señor Jesús” (Ap 22,20). Que tu gracia venga y que este mundo pase.

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domingo, 18 de mayo de 2008

LA EUCARISTIA ANTICIPACION DEL BANQUETE CELESTIAL


¿Dónde quieres que te hagamos los preparativos para comer el cordero de Pascua? (Mt 26, 17). Jesús celebra su Pascua como un banquete. El banquete que Jesús preside se celebra como la Pascua de los Judíos. Pero en este banquete existe una inmensa diferencia y novedad con respecto a la Pascua Hebrea.

La cena de Jesús se celebra en el contexto de su pasión y muerte, y él, en la Eucaristía, anticipa simbólica y realmente su sacrificio de redención. El es el sacerdote y la víctima de ese sacrificio. Jesús aquella noche sustituye el Antiguo por el Nuevo Testamento: esta es mi sangre... (Mt 26, 28) a la antigua Pascua histórica y figurativa él une y hace suceder su Pascua también histórica, definitiva, pero figurativa también ella de otro acontecimiento último, la Parusía final. “No beberé más de este fruto de la vid hasta el día en que lo beba de nuevo con vosotros en el Reino de mi Padre” (Mt 26, 29). Estas palabras dan a la Eucaristía el carácter de un banquete que tendrá su plena realización después de nuestra resurrección.

La Eucaristía es, de hecho, sacramento de comunión con el Cristo Pascual, con Cristo muerto y resucitado, que ha entrado en una nueva fase de su existencia, la gloriosa a la derecha del Padre. Comulgar con Jesús en la Eucaristía significa, por tanto, participar ya desde esta tierra en su vida gloriosa, en su comunión con el Padre. “Dichosos los invitados a las bodas del Cordero” (Ap 19,9).

La liturgia canta bellamente “Oh sagrado banquete en el que se recibe a Cristo, se renueva el memorial de su Pasión, el alma se colma de gracia, y se nos da una prenda de gloria futura”. Tomás de Aquino exclama ¡Oh banquete precioso y admirable!

El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo le resucitaré el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, permanece en mí y yo en él. Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, vivirá por mí. El que coma este pan vivirá para siempre. (Jn 6 54-59).

San Agustín dice: “Los hombres quieren lograr con comida y bebida no tener hambre ni sed. Sin embargo, esto no lo otorga más que esta comida y esta bebida. Quien las toma se vuelve inmortal e incorruptible y se ve introducido en la comunión de los santos. Allí habrá paz y unidad completa y perfecta”.

Realmente es así: Jesucristo hizo en verdad un sacrificio inconcebiblemente grande, se dio a sí mismo en el Sacramento del altar, para poder permanecer entre nosotros hasta la consumación de los siglos. La Pascua completa del Señor se extiende desde el principio de los tiempos hasta la venida final y definitiva (Mt 24,3). El es el Primogénito de toda la creación. A través de la persona del Verbo todo ha sido hecho y todo se sigue haciendo “y sin ella no se hizo nada de cuanto existe” (Jn 1,3). Es más toda la creación va convergiendo hacia la persona de Cristo resucitado como hacia un punto Omega. Todo existe a través de El, con El y por El.

Concédenos Señor Jesús, gozar plenamente de tu vida divina en el banquete eterno que pregustamos en este sacramento de tu Cuerpo y de tu Sangre.

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