martes, 5 de enero de 2010

SANTIFIQUEMOS CADA HORA DE NUESTRA JORNADA DIARIA

V. Señor, Dios, Todopoderoso

R.
Por el Corazón Inmaculado de María,
aumenta mi fe esperanza y caridad,
haz florecer en mí las virtudes propias de Nazareth
y que tu ley sea luz para nuestros ojos,
y sirva de protección para la comunidad
que confiesa tu Nombre.

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¡AÑO DE LAS CONSTITUCIONES!

Pondré mis leyes en su mente y las escribiré en su corazón; yo seré su Dios y ellas serán mi Congregación. Nadie tendrá ya que instruir a su vecina ni a su hermana diciendo: "Conoceré al Señor", porque todas me conocerán desde la menor hasta la mayor (Cf. Heb 8,10-11).

“Los institutos religiosos florecerán y tendrán vigor mientras permanezca y aliente en sus miembros el espíritu del Fundador”
[1]

Porque las que observen santamente las leyes santas serán reconocidas como santas, y las que se dejen instruir por ellas, también en ellas encontrarán su defensa. Deseen, entonces, mis palabras; Búsquenlas ardientemente, y serán instruidas
[2].

El Comienzo de la Sabiduría es el verdadero deseo de instruirse, querer instruirse, es amarla; amarla, es cumplir sus leyes, observar sus leyes, es garantía de incorruptibilidad, y la incorruptibilidad hace estar cerca de Dios: así, el deseo de la sabiduría conduce a la realeza. Por tanto déjense instruir por mis palabras, y esto les resultará provechoso
[3].

“La economía cristiana, por ser alianza nueva y definitiva, nunca pasará; ni hay que esperar otra revelación pública antes de la manifestación de nuestro Señor Jesucristo’
[4]. Sin embargo, aunque la Revelación esté acabada, no está completamente explicitada; corresponderá a la fe cristiana comprender gradualmente todo su contenido en el transcurso de los siglos.”

Para la religiosa no hay camino más seguro para adquirir la santidad que el indicado por el carisma, reflejado y sintetizado con nitidez en las Constituciones que junto con todo aquello que caracteriza el patrimonio espiritual de la Congregación sintetizan el itinerario hacia Cristo, razón última de la vida consagrada.

El amor a las Constituciones tiene como consecuencia, entre otras, querer vivir el estilo de vida semejante al que vivió, testimonió y dejó como voluntad de Dios nuestra amadísima Fundadora Madre María Sara del Santísimo Sacramento.

Una religiosa Dominica de Nazareth que ama las Constituciones las convierte en libro de cabecera y no se contenta con vivirlas fríamente o con conocerlas de modo académico o intelectual sino que va más allá del cumplimiento de los números, las hace verdaderamente su "estilo" de vida.

[1] Pablo VI
[2] Cf. Sab 6, 10-11
[3] Sab 6 17-25
[4] CONC. VAT. II, Constitución Dogmática ‘Dei Verbum’ 3 AAS 58

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