Señora de Nazareth, estás en tu casa
Hilando un copo de lino,
Perfuma el íntimo ambiente la fragancia de los lirios,
A tus pies un canastillo y en él un piadoso libro;
Todo es paz, en tu semblante hay un gozo contenido.
¿Hilas pensando en hermosos vestidos para tu Niño?
¿O tu corazón al pobre quiere ofrecerle un abrigo?
¿O quizá los encargados del templo te lo han pedido?
Y responde la Nazarena con dulce ademán sencillo:
“Algo más hondo en mi pecho siento al repasar el lino:
los copos que estoy hilando son del tiempo los latidos
y con ellos voy formando la trama de mi destino;
humildes están mis ojos mirando el querer divino
y mis dedos diligentes interpretan sus designios;
cuando termine de hilar mi misión se habrá cumplido”.
No terminarás, Madre y Señora, hasta el final de los siglos,
Pues desde que nos trajiste al Redentor prometido
Ya el ovillo de tus días y el del mundo están unidos;
Tu vida nos pertenece a todos los redimidos;
Por eso, Madre de Nazareth, en el cielo de tu Hijo,
Sentada junto a su trono sigues hilando tu lino.
Madre: toma mi vida, mi Consagración religiosa
Y con tus manos de armiño
Hila el resto de mis días
En tu regazo bendito.