2. Los ritmos de trabajo y las exigencias de especialización dejan muy poco tiempo para cualquier estudio que no esté directamente relacionado con el apostolado ¿Qué podemos hacer para que los temas espirituales y de Consagración Religiosa no queden relegados pero tampoco se conviertan en una imposición para las Comunidades Locales?
Creo que la calidad de vida es para el religioso, en primer lugar, enraizamiento de la opción fundamental, discernimiento espiritual, conversión a la interioridad, actualización del seguimiento y testimonio gozoso de fe.
Si la calidad de nuestra V.R. se cifra en el crecimiento en la vida del Espíritu, hemos de llegar a ser hombres /mujeres profundamente espirituales. Este crecimiento implica necesariamente la madurez humana por lo que es importante una integración y armonización entre crecimiento humano y crecimiento espiritual.
Pienso que el discernimiento del SER Y del HACER debe ser permanente en las comunidades y llegar a concentrar los centros de referencia en: crecimiento en la experiencia de Dios, seguimiento de Jesús, fidelidad a las constituciones, esfuerzo ascético. Cuando esto es asumido no se siente como imposición, es más bien una necesidad y la comunidad creará las condiciones, dosificará el tiempo y colaborará para que las hermanas se preparen y puedan dedicarse a los estudios sin detrimento de la vida espiritual.
La necesidad de la formación permanente debe ser sentida por cada hermana, el propio camino de renovación no puede recorrerlo nadie por mí. Existe pues una relación directa entre el compromiso de formación permanente y la actitud de conversión continua. Más sin embargo con frecuencia constatamos en estos años que los religiosos hemos renovado muchas estructuras, pero muchos o algunos no nos hemos renovado personalmente. Es importante conseguir hacer de la comunidad un lugar de formación.
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