La historia de la Congregación está marcada por las intervenciones del Espíritu Santo, que no sólo la ha enriquecido con los dones de sabiduría, profecía y santidad, sino que también la ha dotado de caracteres siempre nuevos de vida evangélica a través de la prolongación de la obra de nuestra amada Fundadora que legó su carisma a su familia de hijas espirituales “Dominicas Hijas de Nuestra Señora de Nazareth” siendo invitadas a ejercer una fidelidad creativa a estos orígenes y a dar testimonio gozoso de esa vitalidad luminosa, renovadora y transformante.
Juan Pablo II nos ha recordado repetidamente que los métodos de ayer son inadecuados: "La vida consagrada no se debe limitar a leer los signos de los tiempos, sino que debe contribuir también a elaborar y llevar a cabo nuevos proyectos de evangelización para las situaciones actuales"[1]. Pues, "si nuestras propuestas no sintonizan con los desafíos del presente, el diálogo resulta imposible y nuestra presencia infecunda e insignificante”.
En este momento de nuestra historia previas las asambleas de Directoras y la última más bien reciente, realizada con Directoras y el mayor número posible de hermanas de la Curia nos ayudaron a ir llevando adelante la Programación del Sexenio a discernir y a preparar la Asamblea Especial de la Curia General que como acordamos y quedó convocada en la misma Asamblea, se realizará los días 16 y 17 de Noviembre en la Casa General, con el fin de elaborar el Proyecto de la Curia Generalicia de acuerdo a los lineamientos del VIII Capítulo General.
Nos preparamos con la oración ferviente y como el principio por el que los corazones se hacen uno es sólo la unión íntima con Cristo en su Cuerpo, que es la Iglesia[2] de la que somos miembros y a cuyo servicio nos dedicamos, inflamemos el corazón y ensanchemos la caridad, comenzando por los de casa, principalmente nuestras propias hermanas, si queremos amar a Cristo, como dice San Agustín: "Si amáis a Dios arrastrad a todos al amor de Dios... Arrastrad a cuantos podáis, exhortando, soportando, orando, dialogando, dando razones, con mansedumbre, con amabilidad: arrastrando al amor" . No es otra cosa lo que nos pide el Señor y no hay mejor preparación que esta.
La Santísima Trinidad del cielo y de la tierra nos concedan este don.
[1] JUAN PABLO II, Vita Consecrata, 73, Documentos de la Iglesia 131, 1997
[2] Cf. Col. 1,24
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