miércoles, 27 de mayo de 2009

Aprendimos del Proceso Diocesano:


2. Que la santidad es siempre un ejercicio de mirar las virtudes

“El amor no está solo, sino acompañado de todas las verdaderas y reales virtudes”. No bastan las intenciones, no lo dicen todo los logros, es necesario "poseer las verdaderas virtudes" como decía Santa Catalina de Siena.

“Las virtudes son un signo demostrativo de que el alma no ignora haber sido creada a Imagen y semejanza de Dios, ni la nueva creación llevada a cabo por la sangre del dulce, humilde, torturado y amoroso cordero, creándola de nuevo para la gracia, la que había perdido por el pecado.

Y porque el pecado y la virtud se forjan en la voluntad, de modo que tanto es pecado o virtud cuánto la voluntad del hombre los consienten, las grandes virtudes se conquistan en el combate porque toda virtud recibe vida de la caridad y esta se nutre de la humildad.

¡Qué agradable y útil es la virtud! Se adquiere por la oración hecha en la casa del conocimiento de nosotros mismos.

El heroísmo de ellas está en la perseverancia o fidelidad que es parte inseparable de cualquier proyecto vocacional. Fidelidad que no está muy de moda en esta cultura del capricho, de lo que me apetece, de lo que me place o divierte.

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