“Santuario. Memoria, presencia y profecía del Dios Vivo”
Con alegría y esperanza continuamos la celebración del año jubilar Congregacional, en esta fecha histórica y trascendental de la Congregación para agradecer a la Santísima Virgen su presencia maternal en esa pequeña obra de Nazareth hoy Instituto Religioso que comenzó hace 70 años. Ella como Madre nos ha enseñado y nos enseña a ser hermanas. Ella nos pone en camino hacia su Hijo.
En nuestro peregrinar, espacio y camino de comunión eclesial, reavivamos, la conciencia de que somos “peregrinas y extranjeras” (2 Pe 2,11), llamadas a ser conciudadanas de los santos y familiares de Dios, edificadas sobre el fundamento de los Apóstoles y Profetas, en el mismo Jesucristo que es la piedra angular (Cf. Ef. 2, 19-20). El cristiano es ante todo un peregrino (GS 7) y la Iglesia misma es un pueblo peregrino (LG 8).
La Peregrinación nos ofrece la posibilidad de reencontramos con nuestra propia historia cristiana y religiosa, nuestra realidad transitoria en este mundo. Pero la nota característica es la forma festiva y gozosa de estas peregrinaciones desde los inicios Congregacionales que ha de recordarnos que nuestro peregrinar hacia Dios no debe, ni puede ser penoso ni triste. Al contrario, esta memoria se hace gozosa para la Dominica Hija de Nuestra Señora de Nazareth en la cotidianidad de su existencia por eso lleva el gozo en el corazón con el salmista.
Con alegría y esperanza continuamos la celebración del año jubilar Congregacional, en esta fecha histórica y trascendental de la Congregación para agradecer a la Santísima Virgen su presencia maternal en esa pequeña obra de Nazareth hoy Instituto Religioso que comenzó hace 70 años. Ella como Madre nos ha enseñado y nos enseña a ser hermanas. Ella nos pone en camino hacia su Hijo.
En nuestro peregrinar, espacio y camino de comunión eclesial, reavivamos, la conciencia de que somos “peregrinas y extranjeras” (2 Pe 2,11), llamadas a ser conciudadanas de los santos y familiares de Dios, edificadas sobre el fundamento de los Apóstoles y Profetas, en el mismo Jesucristo que es la piedra angular (Cf. Ef. 2, 19-20). El cristiano es ante todo un peregrino (GS 7) y la Iglesia misma es un pueblo peregrino (LG 8).
La Peregrinación nos ofrece la posibilidad de reencontramos con nuestra propia historia cristiana y religiosa, nuestra realidad transitoria en este mundo. Pero la nota característica es la forma festiva y gozosa de estas peregrinaciones desde los inicios Congregacionales que ha de recordarnos que nuestro peregrinar hacia Dios no debe, ni puede ser penoso ni triste. Al contrario, esta memoria se hace gozosa para la Dominica Hija de Nuestra Señora de Nazareth en la cotidianidad de su existencia por eso lleva el gozo en el corazón con el salmista.
- ¡Qué alegría cuando me dijeron: "Vamos a la Casa del Señor"!
- Nuestros pies ya están pisando tus umbrales, Jerusalén.
- Jerusalén, que fuiste construida como ciudad bien compacta y armoniosa.
- Allí suben las tribus, las tribus del Señor –según es norma en Israel– para celebrar el nombre del Señor.
- Porque allí está el trono de la justicia, el trono de la casa de David.
- Auguren la paz a Jerusalén: "¡Vivan seguros los que te aman!
- ¡Haya paz en tus muros y seguridad en tus palacios!".
- Por amor a mis hermanos y amigos, diré: "La paz esté contigo".
- Por amor a la Casa del Señor, nuestro Dios, buscaré tu felicidad.
Además, nuestra condición de peregrinas pertenece a este mundo que pasa: “No tenemos aquí una ciudad permanente sino que aspiramos a la ciudad futura” (Heb13, 14). Como el peregrino nos vemos a distancia, creemos en las promesas y amamos el lugar hacia el que nos encaminamos (cf. Heb 11,13-16).
Por tanto, nuestra peregrinación quedaría sin sentido si olvidamos la meta de la misma: “Así pues, en todo momento, tenemos confianza. Sabemos que mientras habitemos en el cuerpo, estamos lejos del Señor, y caminamos a la luz de la fe y no de lo que vemos. Pero estamos llenas de confianza y preferimos dejar el cuerpo para ir a habitar junto al Señor” (Cf. 2Cor 5, 6-8). No faltan ambigüedades que pueden extraviarnos del camino que lleva a la meta. Para evitar este riesgo es necesario “nacer de nuevo” (cf. Jn 3,3), desligándonos de la esclavitud del pecado por la fuerza del Espíritu.
Esta conversión, más allá de la intensificación de nuestros esfuerzos nos exige de manera radical un nuevo nacimiento: “En verdad te digo que quien no naciere de arriba, no podrá entrar en el reino de Dios" (Jn 3,3). Esta renovación nos hace contemplar y vivir en el mundo con un "nuevo criterio". Lejos de toda soberbia, la humildad nos descubre y nos enseña a conocer la grandeza en lo pequeño, la fuerza en la debilidad, la sabiduría en la necedad, la victoria en el fracaso (Cf. 1Cor 1, 22-25).
El cristiano en su condición de peregrino está llamado a despojarse del hombre viejo con la gracia de la conversión para revestirse del hombre nuevo en Cristo, mirando a María, “modelo de todas las virtudes”, en quien “la Iglesia llegó ya a la perfección sin mancha ni arruga” (LG. 65).
Acojamos este tiempo providencial para la renovación de nuestra vida cristiana y consagrada con la celebración de la Pascua sacramental de la Penitencia y de la Eucaristía. Escuchemos las llamadas de Cristo a la conversión que: "se realiza en la vida cotidiana mediante gestos de reconciliación, de verdadero perdón y gran fraternidad; la atención amorosa a los que se nos confía en la misión, el ejercicio y la defensa de la justicia y del derecho, por el reconocimiento de nuestras faltas ante los hermanos, la corrección fraterna, la revisión de vida, el examen de conciencia, la dirección espiritual, la aceptación de los pequeños o grandes sufrimientos, “Tomar amorosamente la cruz cada día y seguir a Jesús es el camino más seguro de penitencia".
En fin, este acontecimiento de la peregrinación nos compromete a enraizar la propia existencia en la hondura de Dios para poder percibir la profundidad de su obra a través de la visión que nos da la conversión, el cambio de mente (Rom 12,2), y la transformación del corazón ¡Este es el Espíritu que nos mueve!
Animo y convoco a todas las hermanas a hacer la peregrinación.
La celebración de este año Santo Congregacional sea rico en gracia y misericordia; sea para gloria de Dios y el bien de la Iglesia y del mundo, bajo la protección de nuestra Madre María “Vida, dulzura y esperanza nuestra en este Valle de lágrimas”.
Partiremos muy temprano el domingo 9 de noviembre en espíritu festivo en ENCUENTRO DE ORACIÓN.
- 08:45 Santa Misa en la Iglesia de la Renovación
- 11:00 Exposición solemne del Santísimo. Oración personal en el oratorio de la Comunidad Local.
- 14:30 Santo Rosario en la Basílica Serenata a Nuestra Señora con las voces de Nazareth: Colegio Nuestra Señora de Nazareth de Chiquinquirá y Noviciado San Luis Bertrán. Poema del Postulantado Nazareth Colombia, ofrenda floral y renovación De la Consagración de la Congregación.
Quedamos unidas por medio de la oración con un deseo grande de crecimiento espiritual en la escuela del Santuario.
“Bajo tu amparo nos acogemos
Oh santa virgen, madre de Dios.
1 comentario:
Hola Hermana me llamoi Patricia,y quisiera hacerle un pequeña pregunta,su apostolado a que se dedica?,,en su pagina donde dice mision,no entendi bien,usted me aclararìa,ando en busca de una congrgacion,estoy con esta inquietud hace 2 años,,mire hermana le dejo mi correo electronica en caso que pueda responder a mi mensaje patricitaita@gmail.com.
att e patricia
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